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domingo, 3 de febrero de 2019

Mis relaciones con Venezuela






            Recuerdo el momento en que el avión de Iberia aterrizaba en Maiquetía, un vetusto DC-10, bajaba y bajaba y yo solo veía mar y mar y para nada tierra. Yo tenía 26 años y era mi primer viaje al extranjero. Iba como periodista en la Embajada Turística Balear del Grupo Barceló, en la que empresarios mallorquines iban a pasar sus vacaciones por tres países sudamericanos: Venezuela, Argentina y Brasil. Estamos en octubre de 1979.




            De este viaje recuerdo muchas cosas, pero de Caracas me vienen a la memoria algunas de ellas. Llegando por autovía desde el aeropuerto me llamó la atención las grandes urbanizaciones de casitas en los altos de las colinas que rodean la ciudad. Son los “ranchitos”, me dijeron. Yo sólo había conocido las “favelas” de Brasil. Llegué a disfrutar, como contraste de las excelentes instalaciones del lujoso hotel Tamanaco, desde donde me escapé para hacer un recorrido en solitario por la ciudad.  Y fue en una plazoleta donde vi esa frase cuya foto en diapositiva debe estar en algunos de mis archivos. En una papelera decía algo así como “tire aquí la polla” y yo pensé, “qué voy a tirarla, si solo tengo 25 año”. La polla es la lotería, ah.



            Lo que recuerdo como si hubiera sido ayer mismo fue la tensión que sufrimos el taxista y yo dentro de su coche, mientras a cuatro manzanas del Palacio de Miraflores, sede del presidente de Venezuela, una grandísima manifestación de protesta de los caraqueños que se enfrentaba en la calle con la policía y que como resultado dio dos autobuses quemados, numerosos heridos y sobre todo dos muertos. Iba desde el Tamanaco al Palacio para entrevistar al presidente Luis Herrera Campins, quien semana antes había pasado unos días en Mallorca. Tenía la entrevista a las tres de la tarde. Dos horas más tarde regresé al hotel porque el taxista no me dejo bajar del taxi para ir andando hasta el Palacio, ya que podrían robarme la cámara fotográfica y hasta ser herido en aquellas calles asaltadas por las turbas. Desde el hotel Tamanaco telefoneé al secretario del presidente y me dijo que había salido en helicóptero desde el palacio presidencial hasta La Casona, su residencia, que ahora ocupan las hijas de Hugo Chávez, cuando se había anunciado hace años que iba a convertirse en una casa para niños, en lugar de una residencia privada



            No pudo ser en esta ocasión, pero años más tarde descansando en Mallorca el que fuera dictador de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez (Tachira, Venezuela, 1914 - Alcobendas, Madrid, 2001) me concedió una entrevista que se convirtió en una exclusiva. Al principio no quería y yo le dije que serían unos 20 minutos para que me hablara de los atractivos turísticos de la isla. Al final hablamos durante más de dos horas y surgió una exclusiva periodística. Fue tal el impacto en la opinión venezolana que desde Caracas se desplazó un equipo de televisión para entrevistar al mandatario venezolano exiliado en España. Yo había oído hablar de Pérez Jiménez en mi primera visita a Caracas, cuando pregunté por qué había tantas rejas en las calles y me contestaron por la inseguridad que había en tiempos de Pérez Jiménez. Su mandato se caracterizó precisamente por la seguridad y un alto crecimiento económico, aunque bien es verdad con falta de libertades.



            Puedo suponer ahora, un poquito, lo que suponen las manifestaciones que estos días están celebrándose en Venezuela, donde cada 20 minutos es asesinado un ciudadano. Esto lo sentí cuando en otra visita a Caracas me gritan a lo lejos que a ver a donde iba, pues podía ser asaltado a plena luz del día. Mi intención sólo era fotografiar la fachada del Teatro “Teresa Carreño”, en las cercanías del Hotel Hilton, expropiado por Chávez y reconvertido en el Hotel Alba Caracas de la compañía estatal Venetur.



            Yo había acudido a la feria FITVEN (Feria Internacional de Turismo de Venezuela) en 2011, comenzando con una visita de prensa muy interesante pues visité en la región de Canaima la catarata más alta del mundo Salto Ángel de 979 metros de caída libre, en plena selva, donde recibí una reprimenda del joven guía que nos acompañaba por adelantarnos al grupo un ecuatoriano y una italiana. Si nos llega a picar una serpiente “tres pasitos”, no podemos contarlo porque él no nos hubiera podido proporcionar el antídoto tan vital en estos casos.




            En esta feria fue donde conocí y saludé al nefasto de Nicolás Maduro, por entonces vicepresidente, quien no se dignó que los profesionales del turismo y del periodismo le acompañaran a inaugurar la fiesta. Hubo que esperar como dos horas para que este impresentable saliera del hotel de la isla de Santa Margarita donde se celebraba el evento para que pudieran entrar los profesionales del sector turístico, la prensa, los posibles compradores y el público. Por cierto, en la reciente feria de turismo de Madrid 2019 el pabellón de Venezuela estaba solo. ¡Quién va a querer ir a pasar unas vacaciones ahora a Venezuela!



            Ahora entiendo un poquito la trayectoria de la vida política venezolana. Tras unos años de dictadura de Pérez Jiménez llegan los dos grandes partidos, ADECO y COPEI (socialdemócratas y socialcristianos) que se reparten los gobiernos y los beneficios económicos de la nación. Llega un “salvador de la patria” que, tras un golpe de estado, dice que va a resolver todo, Hugo Chávez, y da la vuelta a la tortilla. Ahora todo es para el pueblo, pero sin el pueblo. Instaura un régimen totalitario de origen comunista. Y así llegamos a Maduro, con muchísimo menos carisma que el Chávez y sin ser elegido por la mayoría de la ciudadanía venezolana se autonombra de nuevo presidente del país, arruinando totalmente a la nación y hasta los suyos, el pueblo humilde le da la espalda y con miles de muertos asesinados. Un socialdemócrata como Juan Guaidó es ahora la esperanza para este sufrido país, arruinado totalmente y sostenido por los militares cubanos, rusos y chinos. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos. Yo abogo por una renovación democrática, de libertades, que suponga un crecimiento económico del pueblo hermano, para que surja una sociedad libre y que la riqueza del país se reparta entre todos y no en unos políticos corruptos por el dinero del petróleo y de las drogas.

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