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martes, 14 de julio de 2009

Boxoyo y la villa de Las Brozas




He pasado rápidamente por Extremadura. ¡Siempre gusta uno de volver a la tierra! Y no me privo de visitar la librería de viejo “Boxoyo”, propiedad del que fuera consejero de Educación y Cultura Jaime Naranjo. La librería se encuentra situada en la ciudad antigua, en la plaza del Conde de Canilleros, muy cerca del Arco de la Estrella: http://www.boxoyolibros.com/

Fui allí porque es un centro de cultura no sólo de Cáceres, sino de toda la región. Entré con ganas de saber de lo último que se ha editado y salí con una postal antigua del museo de la ciudad y dos libros: Un libro de viaje por la Alta Extremadura, publicado en 1956, y uno nuevo del año 2009: “Noticias históricas de Cáceres y monumentos de la antigüedad que conserva”, publicado en 1794.

Simón Benito Boxoyo fue un sacerdote cacereño (1735 – 1807) interesado por las antigüedades romanas. Su figura fue estudiada hace años por el conde de Canilleros y por Domingo Sánchez Loro, así como por Tomás Pulido, pero ahora el catedrático de Arqueología de las Universidades de Extremadura y Salamanca Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, hace un estudio en profundidad de su figura, de su familia y de la obra que dejó.

Repasando el libro, Jaime me señala que viene algo de mi pueblo de Brozas y, curioso yo de estos temas, le pido que me lo enseñe. Se trata de que Simón Benito Boxoyo hace ahora 240 años; es decir, en 1769, tenía en su poder las ordenanzas municipales de la villa de Las Brozas que fueron promulgadas el 5 de febrero de 1573, y no sabiendo qué hacer con ellas, por ser tal vez, documento único, lo pone en conocimiento del Ayuntamiento de la villa. Esta importante documentación se halla en el Archivo Histórico Municipal de Cáceres correspondiente a las actas capitulares en la sección del Archivo Municipal de Brozas (Libro 59, año 1769) y fue comunicada al profesor Cerrillo Martín por F. García.

“Boxoyo debió disponer de una interesante biblioteca – escribe el profesor de la Universidad de Salamanca- bien a través de libreros locales, como es el caso de Domingo Ximenez, en la calle de la Peña, o a partir de almonedas de personajes locales fallecidos y sin descendencia, como en la del abogado Andrés del Hierro Ojalbo, en 1769”.

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