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domingo, 19 de agosto de 2012

Un finde en la feria de Málaga








Hoy domingo hace Levante en Málaga; un calor bochornoso invade la urbanización donde me encuentro, la de Pedregalejo, que hace unos 70 años es donde vivía y aún vive la gente bien de la ciudad.



Ayer sábado acabó la feria de agosto. Vi pasar coches de tiro y caballos con sus jinetes al real de la feria del Cortijo de Torres, donde había cientos de casetas privadas y de instituciones. Pero yo no estuve allí, sin que me pasee por la Feria del Centro, que tiene como eje la famosa calle de Larios.



Mocitos y mocitas y otros no tantos, paseaban a mediodía, a pleno calor, tomando botellitas frías de vino Cartojal y algún rebujito que otro, mientras las pandas de verdiales, como grupos de música de los Montes de Málaga alegraban el ambiente. Tome un buen vino tinto con un buen jamoncito ibérico en el bar del Quitapenas en el cruce del Café de Chinitas que cantara en su día Federico García Lorca.



Un poco más allá, en el Caireles me tomo algo asombroso para esta época del año, un plato de callos con garbanzos… ¡bien calentito! En la mesa de al lado un grupo de cinco parejas de matrimonio alegran la jornada cantando temas típicos andaluces acompañados de unas cañas, que sirven de improvisado instrumento musical. El postre, en Casa Mira, una heladería fundada en 1898. Un helado de turrón, lo más típico. En la calle, otra panda de verdiales alegra la fiesta, con un pequeño abanderado de solo seis años que mueve el banderín y baila de mil maravillas.



Con tanta fiesta y barullo me refugio en el patio del hotel Molina Larios, pegadito a la catedral. Las turbas no osan franquear la entrada y allí, descansando del aterrador ruido callejero, me sirven un café negro con hielo, que es un relax tras la intensa mañana de feria malagueña. Un taxi y de nuevo a Pedregalejo, donde el jardín que se ve desde mi habitación, invita a una siesta reparadora.



Tarde-noche. Uno se la pasa en las playas de Pedregalejo Y viendo al personal que pasea. Una reserva en Miguelito el Cariñoso, que ya conozco de otros años, con platos típicos de la ciudad como un espeto de sardinas, unos pimientos, unas coquinas, unos calamarcitos para concluir con un rico adobo, acompañado de tinto de verano y un buenísimo arroz con leche.



La noche se cierra en la heladería Lauri, creada en 1957 y que ofrece unos riquísimos helados naturales.

Un paseíto para dormir bien y al día siguiente ir a la playa. Fueron dos días de playa, Bueno, solo uno, porque el segundo las playas de Pedregalejo habían amanecido llenas de medusas. Una pena, pero la jornada se salvó paseando por la playa.

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