Hoy y mañana son los días apropiados
para reflexionar sobre algo tan real como es la muerte. Todos nosotros tenemos
muertos en nuestra familia, pero estamos en una sociedad hedonista que no
quiere ni desea que le hablen de la muerte, cuando es la realidad de la vida
misma.
Estamos vivos y queremos seguir
estándolo. Es algo consustancial con el género humano, pero también es una verdad
que nos encaminamos lenta y pausadamente al final de nuestra vida.
Y tenemos de la muerte un hecho
religioso o no, que de todo hay en la vida del Señor. Para un creyente, hay
vida después de la muerte. Para un agnóstico, una gran incertidumbre.
Sin duda alguna, todos hemos de morir.
Lo importante es prepararse para aceptar la realidad cuando se presente de
improviso o avisando con una enfermedad. En esta sociedad hedonista que sólo busca el bienestar, que abomina dela
muerte y que la aparta de su pensamiento personal y colectivo, hay que conseguir
que se reflexione, desde lo más íntimo del corazón, sobre ella.
En mi caso concreto, tras este viaje de
la vida, quiero que se me recuerde como una persona que no ha hecho mal a los
demás y que ha querido que todos los que le rodean sean felices. Sin duda
alguna, he cometido errores, habré herido a alguien, habré realizado acciones
equivocadas, pero siempre sin mala intención y quiero que mis amigos, por esos
mundos de Dios, me recuerden como una persona que estima, por encima de todo,
la bondad y el bienser de los que me rodean.
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