Hace unos días tuve un gran
encuentro con las letras hispanas: Desayuné en el Casino de Madrid con Elena
Poniatowska, el último Premio Cervantes, más conocida como Sancha Panza. El acto
estuvo presentado en el Foro de la Comunicación, por el director de la Real Academia Española,
José Manuel Blecua, y en mi mesa tuve la suerte de coincidir con cinco amigas
de Elena, tales como la colombiana María
Consuelo Mejía, que lleva muchos años viviendo en la capital de México, o la
amiga de la infancia Celia Chaves García-Terrés, verdaderas apasionadas del
trabajo que ha desarrollado Elena. Y a mi derecha, otra gran mujer, una
extremeña de Valencia de Alcántara,
Fátima Picardo Pámpano, que ahora se dedica a las grandes inversiones
inmobiliarias.
Me dijo María Consuelo que Elena
debe estar agotadísima, ya que no ha parado de estar en los medios, en actos de
homenaje, en cenas, en la Universidad para recibir de manos del Rey el Premio
Cervantes. Sin embargo, Poniatowska, con un traje típicamente mexicano, un
antonino, parecido a un huipil maya, pero de un solo color, se sintió a gusto
con los tertulianos. Alabó el rayo de sol que supone el jugo de naranja y la
belleza del Salón Real del Casino de Madrid.
Durante su intervención se vio a la
verdadera Elena, una mujer comprometida con las mujeres y con los más débiles.
Elogió lo que vienen haciendo algunas reconocidas féminas latinas, como la
chilena Michelle Bachelet, que ha hecho tan buen trabajo, que ha sido relegida
como presidenta, o de la argentina Cristina de Kichner, a la que le queda ya
muy poquito de presidenta.
Alguien le preguntó qué le parecía
Fidel Castro. La escritora mexicana dijo que en 1959 acompañó al presidente
Cárdenas para acudir en 1959 al encuentro con el nuevo líder cubano. Elena
recuerda como gran emoción cómo fueron recibidos por los revolucionarios
chocando sus machetes como si fueran aplausos; era un momento de alegría y esperanza;
hoy Castro es un viejecito que debería haber dejado el poder mucho antes a otro
cubano q ue no fuera su hermano….
La obra de Elena Poniatowska está
llena de pasión, dijo su presentador, José Manuel Blecua, el director de la
Real Academia Española, con el que tuve el gusto de hablar para saber cómo iba
ese homenaje que le propuse a Antonio de Nebrija en la villa de Las Brozas y me
contestó que va bien, pero que lo trataría después de que se aprueben los
presupuestos de la RAE.
Elena había ducho que se interesaba
por su defensa de las mujeres y que el narcotráfico ha hecho de México un país
mucho peor que en los malos tiempos de Colombia. Esto es tan verdad como que un
amigo mío que es de Chihuahua me desaconseja que visite ahora aquel estadio
mexicano por el mal ambiente de peligrosidad que hay. Conocí Chihuahu0a y las
Barrancas del Cobre, el más impresionante cañón del mundo. Muchísimo más importante,
profundo y desconocido que el Gran Cañón del Colorado, pero esa… es otra historia.
Por último, Poniatowska dijo que estaba interesada
en escribir una novela sobre la duquesa roja de Medina Sidonia, Luisa Isabel
Álvarez de Toledo.
La conversación con Elena concluyó mientras me dedicaba
uno de sus primeros libros, editado ahora en 2014 por Alianza Editorial, “Hasta
no verte, Jesús mío”, publicada en 1969 y que le dio fama internacional. Elena
me dibujó unos pajaritos, como hiciera Rafael Alberti al dedicarme en Mallorca el
libro “Sobre los ángeles”, que lo tengo con dibujos del gran poeta de la
Generación del 27. Unas joyas para mi colección personal.
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