El viajero ha tenido la oportunidad
de recorrer tranquilamente durante cuatro días las calles y plazas de la
capital sueca; ha convivido con españoles allí y ha tratado, en la medida que
le ha sido posible, en idioma inglés, con el pueblo.
Lo primero que me llamó la atención
es el deseo del ciudadano de Estocolmo a molestar lo menos posible, tanto en el
metro como en la misma calle; sin embargo no es educado a la hora de salir o
entrar; lo hace rápido olvidándose de lo que en España llamamos caballerosidad
cediendo el puesto a una mujer o entrando delante de uno, cortando si es
necesario el paso.
El sueco es un pueblo pacífico; hace
siglos que no tiene una guerra, incluso en las dos mundiales fue neutral.
Perdió Noruega, de manera educada, en 1905, y parlamentaria; algo así como la
reciente disolución del estado de Checoslovaquia; una revolución de terciopelo.
Pues bien dicho esto, qué puede ver
uno en Estocolmo. De lo que yo vi, recomiendo la visita al Ayuntamiento, levantado
a orillas del lago en la isla de Kungsholmen, siguiendo las líneas estilísticas
del renacimiento italiano. En su interior está la Sala Azul, que iba a ser azul
y se quedó en ladrillo visto, En ella se celebra la cena de gala de los Premios
Nobel, con más de 1.000 invitados. Muy recomendable subir a su torre, de 106
metros de altura, porque desde ese mirador se observa un magnífico panorama de
la ciudad.
Otro interesante terraza es la que
hay en el barrio de las letras de la isla cercana de Soldermalm; desde allí hay
una preciosa vista sobre la ciudad antigua. Es en esa isla es donde el escritor
sueco Stieg Larsson, desarrolla sus novelas policiacas de fama mundial,
llevadas al cine y cuyo primer título es “Los hombres que no amaban a las mujeres”.
Lo visité con un amigo sueco que vive precisamente en la zona. Antes habíamos tomado
una cerveza en el famoso hotel Rival, de cuatro estrellas, de art decó,
propiedad de Benny, uno de los miembros del famoso grupo musical Abba, aquél
que ganó Eurovisión, en 1974, con su tema “Waterloo” y que llega a tener uno de
los museos más visitados de la ciudad, concretamente en la cercana isla de Djurgarden.
http://www.youtube.com/watch?v=3FsVeMz1F5c
Hasta allí es necesario desplazarse
para ver uno de los símbolos de la megalomanía de la monarquía sueca, concretamente
del rey Gustavo II: el barco Vasa. El gran navío de la armada sueca que se
hundió el mismo día de su inauguración al salir del puerto por no respetar las
condiciones para una navegación segura el 10 de agosto de 1628. Fue rescatado
tras centurias en las aguas profundas del puerto y recuperado en abril de 1961
De una tragedia, el Titanic del siglo XVII hoy es un símbolo nacional y uno de
los atractivos turísticos más interesantes de la capital.
Estocolmo tiene 85 museos y muy
cerca del Vasa está el Museo Nórdico y
otros dos singulares; el del grupo musical Abba y el de la famosa de Pipi
Calzalargas, aquella chiquilla traviesa cuyas películas infantiles hicieron las
delicias miles de niños.
Hágame caso y recorra la isla en el
tranvía número 7 o en el bus número 69, que atraviesa prácticamente toda Djurgarden.
Hay un barquito que se coge en el muelle que está junto al parque de atracciones;
es un barco que es un transporte público que se puede pagar con la tarjeta
turística. Merece la pena por los lugares que pasa.
Dejé para el último día la visita a
la ciudad antigua; recorrerla a pie en sus rincones y plazuelas, incluso en la
calle más estrecha de Suecia. Hay que subir hasta la catedral de San Nicolás a
la que se la conoce como la gran iglesia. Es digna de visitar; cuesta 40
coronas, unos cinco euros la entrada. Lo más destacado es la estatua de San
Jorge matando al dragón, del siglo XV- En la parte trasera del templo hay una
estatua moderna que simboliza el mundo y es un lugar donde se pueden poner
velas y rezar por este mundo tan despiadado y cruel a veces y otras tan bello y
amado por todos. Tambièn atrás en la parte derecha un cuadro simboliza los
grandes fenómenos atmosféricos que sufrió Estocolmo en los primeros años del
siglo XVII.
Para concluir, algo único. Cuando
estuve en la ciudad me acordé de dos grandes personalidades; El botánico de
Upsala, la ciudad universitaria Carlos
Linneo, al que las plantas le deben su nombre en latín y cuya clasificación es
única y se sigue mundialmente todavía utilizada científicamente, y Alfredo
Nobel, aquel científico que logró crear los premios a la cultura mundial. Junto
a la catedral está su pequeño museo donde, de manera muy didáctica, se capta su
gran obra y el trabajo de 800 personalidades científicas y literarias de todo
el mundo, entre los que pude ver una fotografía de nuestro Camilo José Cela, con
el que tuve la gran oportunidad de charlar un par de veces en su casa de La
Bonanova de Palma de Mallorca.
Y con gran pena por no poder ver
muchísimas más cosas, me piro hacia el aeropuerto de Arlanda desde la estación
central que es como nuestro distribuidor de Atocha, en Madrid.
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