Esta tarde del 21 de febrero de
2020, los Amigos de la Capa de Madrid, entidad con solera que nació en 1928,
fue a conocer el Museo de Olga Ramos, la mujer de Badajoz que más amó a Madrid
y diosa del cuplé madrileño. En su casa nos recibió su hija Olga María Ramios,
cantante, actriz y locutora, quien nos enseñó las joyas que guarda de ella y de
su madre, dos vidas dedicadas a la música.
Al entrar en la casa hay dos dibujos
que le entregaron en un sobre dedicados a Olga y a su marido, Enrique Ramírez
de Gamboa, pero más conocido como “El Cipri”. no supieron de quien eran esos
dibujos. Cuando lo averiguaron, el dibujante ya había muerto. Se trataba de dos
dedicatorias de Serafín Rojo, el dibujante de la famosa revista “La Codorniz”,
más conocido como “el látigo de las marquesas”.
En una amplia sala interior, se
concentra una gran colección de objetos de todo tipo de la gran Olga Ramos
y de Olga María, que asombran por su calidad en el arte del cuplé. Tengo apuntadas
en mi agenda unas breves notas sobre el cuadro de Raquel Meller, nacida en
Tarazona en 1888 y en la década de los años 20 del siglo XX fue la artista
española de mayor éxito. Contó Olga que viajó a Nueva York en barco con tres
cocineros uno español, uno chino y un inglés. Llevaba a su gato encima y en el
Hotel Waldorf Astoria no la querían alojar, Pues, entonces, me voy, y al final
la alojaron como gran dama y artista que era. En su casa hay una foto dedicada
a la mamá, doña Olga, y una carta autógrafa. Contó la anécdota de que Raquel
Meller era una mujer muy orgullosa y engreída pero también muy piadosa y generosa,
tanto que pagó la operación de Sarah Bernhardt en Madrid sin que esta se
enterase.
Olga Ramos nació en Badajoz en 1918.
Su padre, un militar, al estilo antiguo, no quería que estudiara música, pese a
que la niña conservaba la gracia y el salero del abuelo portugués, de la ciudad
de Elvas, que cantaba unos preciosos fados. Un día, la niña con sólo 7 años se
presentó en casa con su profesor; al final convenció al padre y éste, pese a su
bajo salario y sus 8 hijos, le puso un profesor de música. Fue todo un éxito,
la niña tenía desde los 11 años su propio violín, que se conserva en este
singular museo, con su correspondiente diploma. Eso le sirvió para ganarse la vida como
violinista en las películas mudas de la época. También hay recuerdos de su
marido, “El Cipri”, relata con gracia Olguita, que su padre poseía “un diccionario reducido, con más grasa que
un cocido”.
En la primera estancia del museo,
hay un fonógrafo y una radio de galena, además de la cristalera de la sala de espectáculo
en la calle de la Palma done las dos Olgas representaban la Noche del Cuplé,
que todo amante de las buenas tradiciones llegamos a ver y disfrutar en diversas
ocasiones. Este lugar del espectáculo había sido una vaquería y las vacas habían
ocupado el lugar donde ahora el público disfrutaba. También había una preciosa peineta
de teja y hasta algunos instrumentos musicales, entre ellos un clarinete, un
saxo y un bandoneón que regaló a un médico de la familia, de origen argentino.
En la parte baja de la sala hay una
vitrina en la que Olga María muestra, con orgullo la Medalla de Agustín Lara, o
la Medalla de la Orden Militar de Alcántara (de color verde), aunque tenga
puesto por escrito que es la de la Orden de Calatrava (ésta es roja). En un
muestrario cercano, numerosas placas, entre ellas, una de Mérida, pero de
Yucatán, pues los mexicanos tienen muy en gala escuchar a Olga María como gran
profesional del cuplé. Antes había contado que recibió del alcalde de Burdeos,
Alain Juppé, (que con el tiempo sería presidente del Gobierno francés de 1995 a
1997), un reconocimiento por su labor de cupletista. Claro que el cuplé había nacido
en Francia, donde lo llegaron a arrinconar mientras que en Madrid se engrandeció.
Una agradable tertulia, con un buen
vino, y unas tapas pusieron fin a la tarde cupletista en casa de la gran dama
de este arte, no sin que la presidenta Teté Campuzano, se colocara con la gran
diva imitando su buen hacer profesional, ,
aunque antes le entregara un recuerdo de la “pañosa”, de la capa española.
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