22 de abril de 2009
He pasado un día en Atenas por haber perdido el barco que me debía llevar a la isla cicládica de Amorgós. Como había tiempo me decidí visitar la montaña de Likavitós. Fui hasta allí, pero fue una odisea.
Ver Atenas desde las alturas de Likavitós es una maravilla. La altura del lugar deja ver al sur la Acrópolis y hasta el mar cercano a El Pireo. Hasta aquí lo positivo.
¿Y cuál es lo negativo?: Los taxis. ¿Se quiere cree que no hubo ninún taxi que me quisiera llevar desde El Pireo hasta Likavitos, a pesar de que la distancia es larga y había dinero a ganar. Llamé a cuatro, se lo dije a la policía, me acerqué hasta la estación del tren; allí mismo requerí a un taxi y volvió a decirme que no. Bien tomé el tren hasta Monastereki y allí esperaba a las puertas un taxi, cuyo conductor acababa de encender un porro delante de mí y que me quería llevar pero decía que no ponía el taxímetro, sino que era un precio fijo. Lo ideal para engañar al turista.
Más adelante tomé otro vehículo público que me llevó hasta la casi la misma cima, donde está la iglesia de San Jorge.
La vuelta fue otra odisea para llegar al Pireo. Intenté parar a no menos de 20 taxis. Ninguno me hizo caso. Tuve que entrar en un hotel de cinco estrellas, el San Jorge Likavitos, donde muy amablemente me llamaron a uno. ¡Cuál fue la sorpresa de su conductor, quien me volvió a decir que no estaba libre! Le respondí que fui yo quien le llamé a Radio Taxi desde el teléfono del hotel y que era su obligación llevarme. La carrera me costó 12 euros, me dijo que eran 3 euros más por lo que le pedí un recibo. ¡¡¡ Asombroso!!!.
Todo se calmó esperando que el día fuera mucho mejor en ese paraíso al que llaman isla de Amorgós.
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