El viajero ha pasado los días más
santos de la Semana Santa en Málaga, donde se conjugan el fervor religioso
procesional con la buena gastronomía y los paseos al borde del mar, en
Pedregralejo, con espetos, coquiñas y pescaíto frito Hay tiempo para todo, con calma
y sosiego, se disfruta del ambiente callejero y familiar.
En la mañana del Jueves Santo, la
televisión acerca al viajero a vivir con intensidad la llegada del barco de la
Legión que viene a honrar a su Cristo de la Buena Muerte. Más tarde en la
explanada de Santo Domingo, delante de las autoridades, entrega del estandarte
de un Tercio de la Legión a otro, en presencia de los mandos y ante el cardenal
Sebastián. Entre el público famoso no podía falta el actor malagueño, Antonio
Banderas y este año, además, Taleb Rifai, secretario general de la Organización
Mundial del Turismo, que quedó impresionado de los actos de homenaje de la Legión
al Cristo de Mena.
La tarde del Jueves Santo, sentado
en una silla en plena Alameda Principal, uno ve desfilar a seis procesiones con
sus nazarenos, con velones que los niños recogen sus gotas de cera para hacer
sus bolas multicolores. A ello se suman las bandas de música, el ambiente colorido
de los malagueños que con sus aplausos, puestos en pie, rinden su particular
homenaje al Cristo y a la Virgen de la Cofradía.
La más famosa -y la que esperan
todos- es la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora
de la Soledad, más conocida como el Cristo de Mena, cuya imagen fue destruida
por unos locos durante la República, como ahora los islamistas que son
terroristas destrozan las imágenes del antigua Persia, hasta ahora en los
museos iraquíes. Locos los ha habido en todas las épocas.
El Cristo fue tallado en 1660
por Pedro de Mena; fue una de las
principales obras de este insigne escultor y fue destruido entre los días 11 y
12 de mayo de 1931 cuando las turbas quemaron numerosas iglesias por toda
España. El Cristo está vinculado a la Legión desde 1921. Desde 1960, todos los
acuartelamientos de la Legión tienen una talla del Cristo de Mena.
La actual imagen es obra de Francisco
de Palma Burgos, tallada en 1942. La imagen de la Soledad es obra del siglo
XVIII, de manos anónima. La procesión iba presidida por los gastadores de las Legión,
que con sus oficiales y tropa cantaban su canción más conocida: “El novio de la
muerte”. Fue la procesión más aplaudida.
Después vino el Cristo de la Misericordia
(“El Chiquito”) y Nuestra Señora del Gran Poder, que tienen con este cronista
una distinción especial, ya que de esta cofradía fue mayordomo mayor el artista
de mi pueblo de Brozas, Casimiro Ortas, por eso cuando murió en 1947 en
Barcelona, hubo misas por su alma en la Parroquia del Carmen, que es sede de la
congregación
La Virgen de la Esperanza, a la que
llaman Novia de Málaga, será coronada canónicamente en unas semanas. Le
acompañaba el Cristo de la Misericordia, obra de Mariano Benlliure, tallada en
1935, y que da la bendición ante la tribuna oficial de la calle Larios. Más de
600 nazarenos, algunos de ellos (los de la Virgen) vestidos con túnicas y
capirotes de color verde acompañaban esta procesión, la más rica de la Semana
Santa malagueña.
Este año hubo una novedad, una nueva
procesión, la de la Vera Cruz, que salió a las 23,45 de la noche de la iglesia
de San Juan y se encerraba a las 4,30 de la madrugada. Creanmelo, esta procesión
no la vi.
El Gobierno español quiere que la
UNESCO declare a la Semana Santa de España como Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad. Yo estoy de acuerdo con ello. Es una tradición única en el mundo.
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