Hace días paseé por una parte de Madrid
que no conocía. Tenía un almuerzo programado con un buen amigo y de decidí
adelantarme a la cita para disfrutar de algo que no veía desde hacía años y
también descubrir algo que no conocía: Me estoy refiriendo al Matadero de
Legazpi como centro cultural y allí mismo, a Madrid Río, como parte de la naturaleza
que se mete dentro de la ciudad.
He ido en varias ocasiones al
Matadero; cuando era joven lo conocí como tal; con el tiempo vi la gran obra
cultural que allí se ha hecho, pero desconocía que en agosto está prácticamente
cerrado. Un hombre que estaba en el Servicio de Información me dijo que el
centro estaba paralizado prácticamente y me dio un folleto en el que venía la
programación del último trimestre. Sin duda, este centro es algo modélico en la
ciudad de Madrid. Sin embargo, en el programa que me entregaron hay programadas
dos exposiciones para el próximo mes: “Del
silencio de los cuerpos”, del 8 al 19 de septiembre y “Papeles de la Tierra”, del 21 de septiembre al 3 de octubre. www.mataderomadrid.org
Tras cruzar desde la Plaza de
Legazpi el centro cultural, salí por la otra puerta y vi una pequeña parte de
Madrid Río, diseñado por el arquitecto Ricardo Bofill, que fue toda una
sorpresa para mí. Es una renaturalización de ese singular espacio ribereño, muy
degradado en las últimas décadas y vuelto a recuperar y puesto en valor con
temas de naturaleza y de diseño urbanístico de vanguardia. Me llamó la atención
un singular puente que cruza el Manzanares a la altura del Matadero
Y la tercera sorpresa fue el
magnífico restaurante en el que me citó mi amigo. Me presentó a Máximo Alesanco,
el dueño del asador vasco “Latxaska Etxea”, en el Paseo del Molino, que sale de
la misma Plaza de Legazpi, claro que el tal Legazpi (Manuel López de Legazpi)
fue un conquistador español en el lejano oriente y fundador de la ciudad de
Manila, la capital de las Filipinas, en el siglo XVII, que era vasco, concretamente
del pueblo donostierra de Zumárraga, pero no vamos a hablar de historia sino de
gastronomía.
El primer plato fue un excelente
tomate con un atún que abría el apetito; el segundo unas anchoas del Cantábrico
en aceite de oliva que votaban de vivas, por lo fresca que estaban y el
tercero, un exquisito lomo bajo de ganado mayor a la grasa, algo para recordar.
Unos albariños y una copa de tinto de Ribera del Duero acompañaron a los platos
muy bien servido por Iris, una dominicana de Santo Domingo.
Para decirlo, muy claramente, Maxi se
sabe manejar muy bien en este campo, porque tanto la terraza como el interior
estaban llenos y además ha abierto otro restaurante, de igual nombre, en la
carretera de Chinchón, en Villaconejos. Lo dicho, un descubrimiento, todo un
buen restaurante que merece la pena recomendar.
Para
más información: www.latxaskaetxea.com
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