Esta madrugada del 26 de noviembre,
en España, ha sonado mi móvil para facilitarme la noticia de que Fidel Castro
había muerto a las 10,29 horas de la noche del viernes 25 en La Habana.
En el programa “No es un día
cualquiera”, de Radio Nacional de España y que conduce Pepa Fernández hoy se
emitía en directo desde Cáceres por reunirse allí las qui8nce ciudades
Patrimonio de la humanidad con las que cuenta nuestro país. Pues bien entrevistaba
a una cacereña ilustre, María Jesús Grados, más conocida como María Jesús y su
acordeón, la creadora del tema “Los pajaritos”. Su marido, Javier es cubano y
éste dio la pauta de cómo tratar el asunto del día: “Muchos estarán tristes en
la isla y otros se alegrarán por la muerte de un dictador y el cambio de época
en la isla de Cuba”.
Indudablemente ésta será la expectación
que hay hoy en todo el mundo tras la muerte de Fidel Castro, un hombre que supo
plantar cara al imperialismo yanqui, pero que se convirtió en un dictador
marxista siendo líder para las izquierdas americanas.
He estado en Cuba en varias
ocasiones, siempre por temas turísticos, donde siempre eres muy bien recibido y
donde no se toca el tema político para nada, pero si suele salir en las
conversaciones.
Tras pasar por La Habana, Varadero,
Matanzas, Pinar del Río, Santa Clara, Santi
Spiritus, Trinidad, Holguín, Baracoa, Santiago de Cuba y hasta la isla de la
Juventud, se puede decir que conozco bien la isla y a los cubanos, abiertos,
simpáticos, dicharacheros y…pobres por el embargo americano y por la pésima
política económica de los Castro.
Siempre se ha dicho que el menos
malos de los sistema de gobierno; personalmente no me gustan las dictaduras sean
estas de izquierdas o de derechas. Por decirlo claramente ni Castro ni Pinochet,
por hablar de dos extremos americanos.
En Mallorca tuve una “pelea” personal
con la viuda del dictador cubano Fulgencio Batista en la tarde que casaba en la
isla a su hija; no conocí a Castro durante mis numerosas estancias en la isla,
sí a algunos de sus ministros y todos
cantaban las excelencias del Comandante. Una lluviosa tarde tropical, en un
hotel de Santiago de Cuba, mientras mis compañeros jugaban a las cartas para pasar el rato, yo me dediqué
a ver en un viejísimo televisor en
blanco y negro a escuchar atentamente un larguísimo discurso de Fidel que
elogiaba la agricultura ecológica, arando con bueyes en vez de con tractores y
cantando las excelencias de que los cubanos comieran flores en lugar de un buen
chuletón. Eran tiempos difíciles para la sociedad cubana, En ese mismo hotel,
la guía turística me pidió la camiseta de algodón que nos habían regalado a los
periodistas, así como el bañador que llevaba y que compré en la tienda que el
señor Enrique tenía en la Plaza Mayor de la villa cacereña de Las Brozas. La
camiseta estaba sudada, peor ella la quería incluso así. Por supuesto que no
dudé en regalarle las dos piezas.
Había mucha necesidad material en
Cuba., Uno llevaba jabones, bolígrafos, camisetas… todo era recogido por los jóvenes,
incluso un policía en Santiago me riñó por regalarle un bolígrafo a un niño,
aduciendo que me estaba molestando. Al final nos hicimos amigos el poli y yo y
tuvo también otro boli.
Sin embargo lo que más en falta
echaba era que no había libertad de pensamiento. Un taxista, que me cobró doce
dólares por un trayecto desde la discoteca al hotel (el salario mensual medio
de un médico cubano por aquel tiempo) no quiso hablar de qué le parecía Fidel,
aunque yo me adelantara y le dijera que a mí Franco tampoco me gustaba. Tal era
su recelo…
Sin embargo lo peor de todo fue que
recibí una invitación para participar en un curso en una Universidad cubana
para hablar de turismo, como lo he hecho en otros países de América. Era en un
almuerzo en el Mural de la Prehistoria, en el norte de la isla, concretamente
en Viñales. Allí tuve un almuerzo con
varios responsables oficiales y de pronto se les olvidó el tema del curso por
una crítica que les hice cuando el régimen metió presos a 70 periodistas, entre
ellos al reconocido Raúl Rivero. Critique esta acción y por supuesto.,, de
inmediato se olvidaron de la recién hablada invitación.
Cuba será otra después de Fidel Castro.
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