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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un viaje al Monasterio de Lupiana




 
 



 

Esta semana he cogido un día de asueto para llegarme a uno de los lugares más atractivos que conozco a pocos kilómetros de Madrid. Me estoy refiriendo al Monasterio Jerónimo de San Bartolomé de Lupiana, situada en el municipio de igual nombre, a escasos 1o kilómetros al este de la capital alcarreña.




He acudido allí invitado por mi buen amigo Antonio Dávila, el presidente de los Caminos Reales de Guadalupe, y nos acompañaban Ricardo Hernández Megías, presidente de la FAECAM (Federación de Asociaciones Extremeñas en la Comunidad de Madrid) y Jesús Casla, director del hotel “Castillo de Castilnovo” y presidente de la Fundación hispano mexicana Castilnovo.




El monasterio fue el lugar santo desde donde salieron los jerónimos para los monasterios de Guadalupe y de Yuste, en mi tierra extremeña, o también El Escorial; no en balde fue la cuna y casa matriz de la Órden Jerónima; de ahí el afecto que se le tiene. La mañana estaba gélida, pero fue calentando. El día se convirtió en un día magnífico para hacer una excursión al lugar que también visitara el rey Felipe II.




Nos recibe Antonio Pastor, el encargado del lugar, y hay que agradecer las atenciones que nos brindó el joven historiador Eduardo Pastor Illana, quien nos mostró al pequeño grupo el precioso claustro del XVI de Alonso de Covarrubias y su singular capitel que narra la historia de Cristóbal Colón, del que se dice nació en Lupiana. Hoy el lugar está siendo restaurado por la familia propietaria –arruinado desde la Desamortización de Mendizabal en 1836- y que ahora se dedica a la celebración de congresos y bodas de alto nivel. www.monasteriodelupiana.es




Tras un reparador almuerzo en un restaurante de la capital, instalado en un antiguo aljibe árabe, y donde probamos un buen vino extremeño, un “habla del silencio”, que me costó un céntimo más que a los demás por una apuesta a que “abla” se escribía sin hache, un caldo de Trujillo de Syrah, Carbernet Sauvigon y la españolísima Tempranillo. Oiga, un placer pagar un céntimo más por la apuesta. “Habla del silencio” se escribe con hache.
Continuamos camino por Tórtola de Henares hasta Hita, pueblo precioso muy bien cuidado donde Manuel Criado del Val fue capaz de resucitar y revitalizar las fiestas medievales. Desde lo alto, desde la cumbre de la iglesia se apreciaba un vasto panorama ya casi a la puesta del sol. Precisamente poco después nos acercamos hasta la bellísima ermita de la Virgen de Sopetrán, cuyo manantial nos ofrecía sus aguas santas, al lado mismo del arruinadísimo Monasterio de Sopetrán, que se aguanta en pie por los numerosos andamios que le sostienen. Una pena que se arruine este santo lugar donde cuenta la tradición, y así se hace constar en un pilar, se apareció la Virgen Santísima.




A la vuelta, Jesús Casla nos contó que como amante de la Virgen de Guadalupe realizó un largo viaje a caballo en grupo desde el Castillo de Castilnovo, en el municipio segoviano de Cerezo de Abajo. Cuéllar, hasta el Monasterio guadalupano, pero esta ya es… otra historia.




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