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lunes, 22 de junio de 2020

Inolvidable experiencia en Schengen


            Hoy, 21 de junio, primer día del singular verano de 2020, recordé una experiencia inolvidable con motivo de abrirse las fronteras del espacio Schengen, ese espacio europeo al que da nombre un pueblo de Luxemburgo por el que un ciudadano que entre en él puede recorrer todos los países europeos como si fuera uno. Schengen está situado al sureste de Luxemburgo haciendo frontera con Alemania y Francia, todo un símbolo de la unidad europea.


            He ido a este pequeño país europeo en tres ocasiones, las tres  fui invitado por las autoridades turísticas para conocer en profundidad esta pequeña nación centroeuropea. En las tres volé en ese pequeño avión Embraer de Luxair que lleva desde Madrid hasta Luxemburgo.


            Fue tanto el atractivo turístico de este país, que organicé un viaje como presidente de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura, APETEX, y fue aquí donde surgió esa inolvidable experiencia.


            Durante la visita turística a la ciudad volvimos a ver las antiguas casamatas de origen español y el pueblo luxemburgués de Larochette donde la mayoría de ciudadanos son de origen portugués. Luxemburgo tiene unos 600.000 habitantes, de los que unos 100.000 son lusos.


            Pero sin duda alguna, lo que nos llamó la atención a todos fue el viaje por el río Mosela a bordo de la motonave Princesa Marie - Astrid, en cuya mesa comió el pequeño grupo un almuerzo típico de la zona, pero con ser esto interesante, lo mejor fue cuando al final se nos dijo que sobre esa mesa, las autoridades europeas habían firmado el Acuerdo de Schengen; sin duda una experiencia histórica en la vida personal de cada uno de nosotros.






            El Acuerdo de Schengen se firmó en este barco el 19 de junio de 1990 y España y Portugal lo hicieron el 25 de junio de 1991, hace ahora 29 años.




            El viaje comenzó en un puerto  de Luxemburgo y se recorrió durante una mañana el río Mosela, con sus famosos viñedos, que ofrecían al viajero una preciosa vista. Y al final Schengen, donde desembarcamos. Fue una pequeña gran aventura para recordar siempre.

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