Escribo estas líneas el 10 de
julio de 2022 el mismo día del homenaje a Miguel Ángel Blanco, aquel joven
albañil y estudiante de Económicas que los malnacidos de la banda terrorista
ETA asesinaron, hace ahora 25 años, con dos tiros en la cabeza, a la edad de 29
años, por ser miembro de un partido que defendía la democracia y la Constitución.
Etarras lo secuestraron el 10 de julio de 1997 y anunciaron que lo iban a matar
si el Gobierno español no acercaba a las provincias vascongadas a los terroristas
que estaban repartidos por las cárceles españolas. El gobierno del presidente José
María Aznar no cedió lo más mínimo al chantaje de la ETA y los asesinos cumplieron
su amenaza, pegándole dos tiros en la cabeza al pobre muchacho.
Manifestación en Bilbao
Todo el pueblo español, sin
bandería política se echó a la calle. Millones de ciudadanos en Madrid y Barcelona.
A mí me tocó en el Puente Nuevo de la preciosa ciudad malagueña de Ronda, donde
llevaba los temas informativos de los cursos de verano de la Universidad
Complutense de Madrid. Hoy Su Majestad el Rey Felipe VI, acompañado de las primeras
autoridades españolas ha rendido un sentido homenaje a Miguel Ángel Blanco,
refrendado por las palabras de su hermana María del Mar, quien ha echado en cara
que algunos políticos consideren que los sucesores de los asesinos etarras
estén en las instituciones democráticas, como es el Parlamento español, y se
olviden de las víctimas, por esos dos asociaciones de familiares de las víctimas
de los terroristas no han querido acudir a este acto por la presencia del presidente
del Gobierno Pedro Sánchez, que se apoya en el Parlamento español, para crear
una ley que ofende a los españoles de bien, y por la que los sucesores de los
terroristas -el actual partido político Bildu- blanquearán los nombres de los asesinos
de más de 850 personas que mataron por toda España. ¡Comprendo que las víctimas
estén muy molestas y ofendidas!
Yo he vivido y trabajado en el
Bilbao de finales del franquismo, concretamente en el verano de 1975. Entré a
trabajar en la agencia Efe, que dirigía Paco Osaba, y que por entonces tenía su
sede en la céntrica calle Colón de Larreátegui, 15, con el asesinato de un taxista
por la banda terrorista ETA y salí de allí un 27 de septiembre, con los últimos
fusilados del régimen franquista.
Y en el intervalo dos incidentes
que nunca olvidaré: El primero era que uno temía por su vida si tropezaba por
la noche, pasando cerca de un organismo oficial, tras cerrar a las 10,30 de la
noche la agencia. Los “grises”, lo que hoy es la Policía Nacional, entonces tenía
un uniforme gris y se llamaba Policía Armada, me seguían con su metralleta cargada
y con la mano en el gatillo hasta que me veían desaparecer por las calles, ya
que llevaba la fiambrera donde mi familia me preparaba la cena que me comía en
la sede de la agencia.
El segundo fue mucho más
importante Nunca había visto temblar a un hombre de miedo. Se trataba del director
de una academia a la que le habían forzado la puerta y le habían robado una
multicopista, a la que se le llamaba “vietnamita”, con tinta y papel, para que “alguien”
cercano a los asesinos etarras difundieran sus comunicados. Yo iba como periodista
de la agencia “Cifra”, que era como se llamaba la agencia Efe para las noticias
nacionales. Me enteré por la propia policía, ya que había acudido a la Jefatura
Superior de Policía a recoger informaciones de sucesos, pero ésta no se podía dar,
por ser de carácter político y terrorista. Me fui directamente a la fuente
informativa el dueño de la agencia, Cierro los ojos y veo al pobre hombre
llorando y temblando de miedo a sus cerca de 50 años, frente a un joven de sólo
22, que sólo ganaba 12.002 pesetas al mes; para los jóvenes que lean esto, 72
euros al mes, ¡Vale!
Y no termina aquí la cosa. El
jefe superior de policía me obligó a hacerme el nuevo carnet de identidad pues
el anterior me lo habían quitado en el verano de 1973 con mi cartera y 4.000 pesetas
(yo ganaba solo 8.000 al mes) en un cine en Jaén, cuando proyectaban la película
“La leyenda del alcalde de Zalamea” rodada allá por el principio de los años 70 en
Garrovillas de Alconétar y protagonizada por Francisco Rabal y Fernando Fernán Gómez. El jefe de policía
me dijo o me hacía ya mismo el carnet o me metía en la cárcel, así que tuve que
hacérmelo en Bilbao. Así lo llevé cinco años y el siguiente fue ya en Palma de
Mallorca, donde pasé 12 años de mi vida.
Justo estando en Mallorca a mis
25 años hice mi primer viaje al extranjero, sólo un mes por América, visitando
Venezuela, Argentina y Brasil. Fue en Buenos Aires donde me encontré en un acto
oficial en el Ayuntamiento de la capital que me dijo que trabajaba en la embajada
de España y que estaba allí “casi exiliado” porque había sido alcalde de una
gran ciudad vasca y estaba amenazada su vida por los asesinos de la ETA. No
hace falta ir muy lejos, uno de mis mejores amigos, que ahora sí vive en el País
Vasco, en su día recibió una carta amenazadora de los terroristas de la ETA para
que pagara el “impuesto revolucionario vasco”. No le hizo caso, porque era un
valiente y un héroe que decía que el País Vasco es España y forma parte de este
viejo país que tanto ha dado el mundo.
Yo me siento personalmente muy
molesto con mi presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que en vez de atender al
pueblo español se apoya en independentista catalanes y herederos de os
terroristas vascos para estar sentado en la poltrona del Palacio de la Moncloa,
sede del Gobierno de España. ¡Pena me da!
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