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lunes, 22 de agosto de 2011

El Papa encandila a los jóvenes del mundo





Quise tener esa hermosa experiencia: Ver al Papa Benedicto XVI en persona. Me acerqué hasta la Plaza de Colón y esperé como un peregrino más, rodeado de jóvenes, al vicario de Cristo en la tierra. Esperé un buen rato, tanto como hora y media, pero merecio la pena la espera. Jóvenes de diversos países estaban a mi alrededor: Detrás, franceses; a mi derecha, catalanes; enfrente dos chicas de Bostwana y a mi izquierda un animado grupo de adolescentes chilenas. Sin duda la universalidad de la Iglesia Católica.



Llegó el pontífice en su papamovil y el griterío y la animación fue enorme. Pude sacar sólo dos fotos, pero movidas. No importa; es el sentimiento el que cuenta. Ver al Papa, que viene a traer el Evangelio en el siglo XXI, con las palabras de vida y amor.


Y aquello era el acto divertido de una juventud que se entrega al mensaje amoroso de Cristo. No vino Benedicto XVI a criticar tal o cual acción sino a entusiasmar a las almas lánguidas en una sociedad enclenque que no tiene principios y sólo sabe criticar a los que los tienen.


Chicos y chicas de Taiwán, o de Líbano, o de Estados Unidos, o de Italia, o de Brasil, reían ante la Buena Nueva de la Palabra de Dios y comenzó el Vía Crucis más apasionante con los pasos más artísticos con los que cuenta la imaginería española. Los hermanos de esos pasos pusieron alma, corazón y vida, en traerlos hasta Madrid, el corazón de España. Muy aclamado fue el Cristo de de la Buena Muerte de Mena, del que acabo de leer una novela histórica, con visos de realidad, escrita por el que fuera subdirector del diario Sur de Málaga, Pedro Luiz Gómez, comprada precisamente en la librería de la catedral andaluza.




Había visto por televisión otros actos del Papa y también los escuché por radio cuando viajaba. El hecho concreto es que Benedicto XVI ha venido a España como a una nueva tierra de misión, a conquistar a almas para Cristo y yo creo que ha conseguido un gran éxito: Sus palabras están llenas de verdad: "Algunos se creen dioses y piensan no tener más necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos". Y todos tenemos necesidad de ayudar, de dar muestra de nuestra fe, cada uno en el lugar donde Dios les haya llamado. Esa es, a partir de ahora, nuestra tarea.



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