Fue un acto sencillo, emotivo y entrañable. La presidenta del Hogar Extremeño, Maruja Sánchez Acero, nos había convocado a los extremeños que vivimos y trabajamos en la capital de España, a pasar un rato entre paisanos, aprovechando que era el Día de Guadalupe, el Día de Extremadura.
Sólo hubo un lamento, un dolor, un rato triste, porque el Monasterio de Guadalupe y 31 parroquias más no pertenecen a ninguna diócesis extremeñas y están en el Arzobispado de Toledo.
Ya en 1982, cuando el Papa Juan Pablo II llegó a Guadalupe en su primera visita pastoral a España, yo residía en Mallorca y no pude verle en persona, pero sí presencié el acto religioso por la Televisión Española. Las imágenes mostraban un pueblo católico enfervorizado ante la llegada del Santo Padre a nuestra tierra. Pues bien, un grupo de curas reivindicaron ya que Guadalupe fuera extremeña. Y han pasado….28 años.
Las cosas de palacio vana despacio y las del Vaticano… ni se cuentan. Uno de aquellos curas era, por entonces párroco de Santa María la Mayor de Las Brozas, don Gregorio Carrasco Montero, a quien le hemos hecho recientemente hijo predilecto de la villa cacereña. Hoy es uno de los que conforman la junta directiva de Guadalupex, la asociación cívica que promueve el retorno de la Virgen de Guadalupe, la Patrona de Extremadura, a la región. Sólo hay una cosa: ¡No saben el dinero que mueve Guadalupe y su entorno! No es nada de extrañar que el Arzobispado de Toledo no quiera soltar tal prenda.
Pues bien, un servidor, que tuvo el gran honor de casarse en el Monasterio de las Villuercas ve con simpatía que Guadalupe retorne a Extremadura.
Esa tarde del 8 de septiembre de 2010 un grupo de unas 30 personas se reunía en la sede del Hogar Extremeño de Madrid, en la Gran Vía, para reivindicar y alegrarse porque el 8 de septiembre era el Día de Extremadura.
El sencillo y entrañable acto concluyó con los himnos de Guadalupe y Extremadura para concluir con una copa de cava extremeño.
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