El viajero acaba de concluir un viaje por el departamento
francés del Tarn con una temática de experiencia religiosa, especialmente encaminada
a los herejes cátaros, a los protestantes y a los católicos, sin olvidarse de
aquella época prehistórica en la que se
veneraban a las grandes piedras o menhires, clavadas en el suelo.
Todo comenzó en la estación del AVE de Gerona con un
grupo de periodistas de Madrid y Barcelona especializados en la cultura
religiosa cristiana, pero abiertos a otras espiritualidades. www.tourisme-tarn.com
La primera experiencia se dio en Mazamet, una ciudad que
alberga en sus cercanías, en plenas Montaña Negra, la aldea de Hautpoul, donde
hubo un grupo importante de cátaros, con restos de su castillo y preciosos
callejones medievales llenos de encanto, fundado por los visigodos. Me llamó la
atención un restaurante en mitad del pueblo que ofrecía “bacalhau” portugués.
En Mazamet hay que ver el interesantísimo museo del catarismo www.maison-memoires.com y después ir
a comer a casa de Alphonse, un restaurador francés de origen español tras la
huida de su familia después de la Guerra Civil. Muy recomendable.
Una segunda parada fue en Castres, la segunda ciudad del
departamento, tras la capital: Albi. Al este de la ciudad se encuentra Ferrières,
en pleno Parque Natural del Alto Languedoc, donde, en un bello paisaje se ha
edificado el Museo del Protestantismo, muy visitado por gente interesada por
esta religión cristiana y que supuso entra de lleno en las guerras sangrientas
de religión. Me lo enseñó Denis Mangado, un hombre apasionado de su religión
protestante y que habla un perfecto español, mostrando comprensión y afabilidad
con el visitante. www.mprl.fr
Dormir en una habitación con encanto fue una de las
mayores experiencias de este singular viaje. Se trata del hotel Renaissance, un
hotel con encanto y carácter en el corazón del barrio histórico. No posee una
habitación igual a otra. Compruébelo en su página web: www.hotel-renaissance.fr En esta ciudad hay un museo dedicado a Goya,
con pinturas excepcionales del pintor aragonés. Hay que comer y casi mejor
beber en “La Table du Sommelier”, un restaurante que también es una boutique
del vino de Gaillac, el buen caldo de la región. www.table-du-commelier-castres.fr,
donde le atenderá amablemente Philippe Subirá. Hay otros dos restaurantes con
igual nombre, uno en Albi y otro en Gaillac.
Una tercera parada de este viaje fue en la localidad de Lacaune-les Bains, famosa por
sus baños, sus chacinas, incluido el mejor jamón francés y innumerable menhires, incluso por la historia
de Víctor, un niño - lobo de 12 años, que fue encontrado en la zona a finales
del siglo XVIII, que fue llevada al cine por François Truffaut. Tras visitar
los campos, en uno de ellos se halla el más alto y grande de Europa, ofreciéndose
al viajero como un balcón ante la montaña más alta del Tarn, el pico de
Montalet, de 1.259 metros.
La comida fue en la Maison Fusiès, una casa de postas
fundada en 1690 y que ofrece una típica cocina
regional, incluidas la sopa de la abuela
Albanie. Un almuerzo típico cuesta sólo 15 euros. Allí probé, además de
la sopa, tres clases de jamón, buey con patatas salteadas y una exquisita tabla
de quesos. En una visita rápida al establecimiento, se descubre la vieja
chimenea del lugar.
Y desde aquí un largo recorrido hacia el norte,
concretamente hacia Monestiès, uno de los pueblos medievales más bellos de
Francia, en pleno Camino de Santiago, donde
hay que ver la capilla donde se encuentra la excepcional estatuaria de
esculturas de tamaño natural que describen el entierro de Cristo, obras
calcáreas y policromadas de los artistas que trabajaban en la monumental
catedral de Albi, declarada Patrimonio de la Humanidad. www.tourisme-monesties.fr
Y al final Albi se llega de noche al hotel Mercure, un
antiguo molino en la orilla derecha del río Tarn, desde el que se divisa un
magnífico panorama de la ciudad antigua de Albi, su puente viejo, su catedral y
el palacio del obispo, reconvertido en el Museo de Toulouse Lautrec, el pintor
de los cabarets parisinos. Uno recuerda desde su juventud los estudios históricos
de la guerra de religión contra los albigenses, pero porqué albigenses o
cátaros. Para ser concretos, albigenses eran denominados los cátaros que
habitaban la ciudad de Albí, aunque aquí
no superaban el 15 % de la población. La cena fue en el palacio donde nació el
pintor Toulouse Lautrec y que aún pertenece a su familia. El restaurante -no
podía ser menos- se llama Lautrec y era las antiguas caballerizas del palacio,
un restaurante que hace cocina de ayer con sabores de hoy. www.restaurant-le-lautrec.com
Y para concluir el viaje hay que conocer el museo de este
gran artista, cuya referencia son las
noches pasadas en los antros y “cabaretes” del París de finales del
siglo XIX, pintando a las prostitutas y sus clientes y fue el creador de la
cartelería moderna. Desde 1922, en lo que fuera residencia episcopal de Albi se
halla el Museo Toulouse Lautrec, dedicado a las obras del pintor. www.musee-toulouse-lautrec.com
Para concluir la ruta turístico religiosa hay que conocer
la catedral de Albi. La capital fue sede de un obispado cátaro y después, tras
la cruzada contras los herejes, un obispado católico. Desde el siglo XIII, el
obispo de la ciudad se convirtió en señor feudal y vice- inquisidor del Reino
de Francia. La catedral-castillo se convirtió junto al palacio episcopal, en
sede del poder terrenal de la autoridad religiosa, que junto al Puente Viejo,
el más antiguo de Francia, fue catalogado Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO. Para saber más: www.albi-tourism.fr
Un último detalle, en todo viaje hay que prestar4
atención a lo que se come y se bebe. Por eso una sugerencia, acuda al mercado
que hay en Albi y que merece la pena conocer disfrutar der la comida en el
propio mercado con productos regionales que allí se vende. No se olvide comprar
los ajos rosas de Lautrec, www.ailrosedelautrec.com
; el jamón, salchichón y salchichas de los Montes de Lacaune www.tourisme-montsdelacaune.com o los vinos de Gaillac. www.tourisme-vignoble-bastides.com.
Una cosa importante que tienen los hosteleros de este departamento –digno de
remedar- es que realizan sus comidas y sus menús con los típicos sabores del
terruño. Son productos con Denominación de Origen Protegida.
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