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miércoles, 17 de julio de 2019

Un viaje por Paraná (Brasil)





            Estoy en pleno viaje por el estado brasileño de Paraná. He venido para participar como ponente en el XV Congreso Internacional de Turismo Religioso y Sostenible y que ha contado con el apoyo del Skal Internacional de Madrid. Una vez concluido, con gran éxito de público y de participantes de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Honduras y España, nos dirigimos en un singular y magnífico autocar de piso alto, de la empresa Dionetur, que ha sufrido un pequeño problema técnico y hemos tenido  que parar frente  una precios iglesia de estilo ucraniano cundo vamos de camino desde la ciudad Guarapuava hasta las cataratas de Iguazú. El autobús era magnífico con grandes distancias entre asientos, dos en la parte izquierda y uno solo en la derecha, con un reclina pie que lo convertía en cama. También se ofrecían mantitas por si uno se quedaba frío con el aire acondicionado, Como complemento poseía un cuarto de baño con retrete y lavabo. Se añadía la oferta el wifi que era casi permanente en la larga vía de más de 400 kilómetros que une Guarapuava con Foz. El conductor, un gran profesional.




            En la carretera que une la ciudad bicentenaria de Guarapuava hasta Foz de Iguazú, nos encontramos de todo, Solo hay que observar, de manera positiva, con ojos curiosos. Es una carretera muy transitada con grandes camiones con grandes remolques que entorpecen la circulación de los autobuses y lo coches ligeros. Me recordaba la España de los años 70. Pero lo más curioso en Brasil es que en una carretera, buena eso es verdad, pero de dos carriles hay que abonar varias veces peaje, como si fuera una autopista de pago.







            Lo primero que llama la atención en este tramo de carretera es la gran cantidad de araucarias piñoneras, un árbol típico del estado brasileño de Paraná que ofrece unos piñones tan grandes como un dedo de adulto, que se venden a los viajeros en los numerosos puestos de la vía. Probé uno y estaba estupendo (no puedo decir exquisito, porque la palabra “exquisito” que en español es lo mejor; en portugués es algo ínfimo, negativo, malo. Para lo bueno en lengua portuguesa hay que decir que es “óptimo”).

            En cierta ocasión viajé por el estado mexicano de Chihuahua con un grupo de periodistas internacionales, entre ellos una fotógrafa norteamericana, me dio un consejo que me ha sido muy útil: “Aunque parezca mentira, tire fotografías desde el coche, muchas de ellas no sirven para nada, pero otras son asombrosamente buenas y pueden ser usadas en un reportaje”. Me vino esto a la memoria cuando realizaba mi desplazamiento desde Curitiba hasta Guarapuava, donde tuvo lugar el XV Congreso de Turismo Religioso y Sostenible, del que hablaremos en otro momento y desde aquí hasta Foz de Iguazú y vuelta.



            El paisaje, ondulado, está lleno de cosechas cerealistas, como trigo, soja, avena y cebada, que produce una excelente cerveza en Guarapuava, donde recomiendo la singular cervecería Jordana, con nueve clases distintas de cervezas artesanas de distintos grados de amargor y graduación. Tuve la suerte de saludar al joven dueño que me recomendó algunos de sus productos.



            A unos 100 kilómetros de Curitiba, en la carreta BR 277, kilómetro 33, se encuentra un singular restaurante complejo hotelero, que lleva por nombre Anila, donde paré a la ida, en un coche pequeño, y a la vuelta en un autobús. Anila no era nada en 1992, solo un campo de labor; hoy es un magnifico complejo de termas, restaurante de gastronomía de la región, tiendas de productos típicos, de arquitectura alemana, no en balde la zona está poblada por descendientes germanos, polacos, ucranianos, etc. www.anila.com.br

            Dos asuntos más de este tramo de carretera de “solo” unos 700 kilómetros. El primero es que, entre Curitiba, la capital del estado de Paraná, de unos tres millones de habitantes y Guarapuava, hay una población que se llama Irati, recordándome a la navarra Selva de Irati, el segundo hayedo más extenso y mejor cuidado de Europa, tras la Selva Negra alemana, en cuyo término de esta localidad brasileña, está la enorme imagen de la Nuestra Señora de Gracia.

            La segunda cosa que me llamo la atención fue una enorme cabaña de telones azulados y en el que habita desde hace unos 40 años un brasileño que debe rondar los 60, pero que vive de la caridad pública de lo que le dejan los viajeros. Su fama ha recorrido el estado y has sido entrevistado por los periódicos locales, me informa un brasileño que se dirige conmigo en el viaje de vuelta en el autobús que nos lleva ya hacia España, concretamente desde Guarapuava hasta el aeropuerto de Curitiba para tomar el avión desde Sao Paulo a Madrid.


            Ya en Curitiba disfruté, acompañado de la excelente profesional que es Yvete Fagundes, www.ivetur.tur.br de la singular arquitectura del Museo Oscar Niemeyer, un arquitecto brasileño seguidor de las ideas de Le Corbusier y uno de los grandes del siglo XX. Él había programado y diseñado este museo, una verdadera joya, así como ñla catedral de Brasilia o el Parlamento de Brasil en su nueva capital; la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, un icono ruso que se celebra el 27 de junio, el mismo día de mi nacimiento y también el singular restaurante Madalosso, en el barrio de origen italiano Felicidade, que es el más grande de todo América, con más de 4.600 plazas, superado solo por uno de Singapur.  https://www.youtube.com/watch?v=qgKpuJE36jc

1 comentario:

Anónimo dijo...

Atender este grupo de palestrantes internacionais foi gratificante. Gratidão.