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sábado, 12 de septiembre de 2009

Un paseo por Sevilla





He venido a Sevilla por asuntos profesionales; siempre es bueno recorrer la ciudad del Guadalquivir. Y precisamente eso hice ayer por la tarde tras una dura jornada de trabajo: Pasear por la orilla izquierda del río sevillano desde el Puente del Alamillo, al Puente de Triana. Un bonito y largo paseo en el que pude disfrutar de las preciosas vistas de un río domesticado, pero donde los ciudadanos saben aprovechar sus cercanías a base de hacer deportes: Correr, bici, remo…


Numerosos sevillanos se acercan a pasear por las orillas, especialmente por la zona cercana ala pasarela de
la Cartuja, donde jóvenes punkys, vestidos de negro, rapados o con pelos largos, con pinturas y tatuajes en sus cuerpos hacen botellones con cervezas y algunas bebidas más fuertes. Otros se hallan paseando por el Puente de Isabel, más conocido como el Puente de Triana. Tiene atractivo este puente; lo crucé al atardecer mientras desde sus aceras veía y fotografiaba la Torre del Oro y un poco más allá la Giralda, verdadero símbolo de la ciudad. Las naranjas se podían ver en un árbol cercano.


Por la calle Reyes Católicos me dirijo al centro de la ciudad. Esta calle ha sido invadida por restaurantes modernos, sin ningún atractivo, pizzerías, hamburgueserías, de pollo frito… algo insólito en una tierra que sabe ofrecer a sus ciudadanos y visitantes ricas viandas. ¡Qué pena!


Pero al final encuentro lo que busco, una verdadera taberna, el “Dos de Mayo”, en la Plaza de la Gavidia, llena de gente local, que desea saborear lo rico que sale de la cocina. Allí mismo, acodado en la barra, un joven alemán está mareado de la cantidad de platos típicos que oferta el local; un matrimonio vecino demanda un Piripi y yo que me he dejado asesorar por un camarero que estaba limpiando el aseo pido un media de adobito marinero y media de bacalao a la viuda… delicioso con una buen a “birra” tirada por el profesional más dinámico y querido del local: Juan, quien llama don a todo el mundo y que fue echado en falta durante sus 15 días de bien ganadas vacaciones. Una delicia de local y muy buena profesionalidad. Por cierto, nada caro.


El local estaba lleno porque muchos habían salido de la basílica del Gran Poder, en la Plaza de San Lorenzo. Me da tiempo para entrar en la basílica, erigida como tal en 1992 por el Papa Juan Pablo II. Muchos sevillanos con medalla al cuello y vestidos con traje de chaqueta oscuro y corbata seguían hablando dentro de la basílica, saludando a sus conocidos o bien en la misma plaza. Estaban contentos por que había honrado a uno de los iconos de esta ciudad de Sevilla, tallado por Juan de Mena, a quien allí mismo le tienen levantada una estatua. Una tarde-noche deliciosa… como para repetir.

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