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viernes, 1 de marzo de 2019

Ser tratado como un príncipe






            Hoy me he sentido como un antiguo príncipe ruso en el Palacio de Elizaventino, recuperado en 2006 tras estar totalmente degradado y casi destruido en la región de Gátchina y hoy es un precioso y lujoso hotel recordándome a un parador de turismo de España


            Pero comencemos por el principio. La jornada comenzó cuando se abandonó el Hotel "Gátchina" en dirección a la casa de la familia de Vladimir Nabokok, quién tras vivir en Alemania, Francia, Estados Unidos y Suiza, hoy es reconocido por ser el autor de la novela “Lolita” en la que un noble llega a enamorarse enfermizamente de una preciosa niña de tan sólo doce años. Fue llevada al cine por Stanley Kubrick.


En tiempos soviéticos el Palacio Rozhdestveno se convirtió en una escuela, está construido en madera, al estilo Imperio de los últimos años del siglo XVIII. Desde 1890, pertenecía a la familia del escritor Nabokov. Hoy este museo posee unas interesantes colecciones de artefactos de los siglos XI y XIII, un diorama en el que se aprecia la región y hasta dos bases militares de aviones, pues esta zona, además de turística, es una importante base del ejército ruso; hay, también, unos cuadros que contienen numerosas mariposas, que Vladimir coleccionaba cuando joven, así como muestra lo que era la vida real de la familia, con su curiosa cocina en los bajos del edificio. Hay una sala dedicada al escritor, con obras en ruso y en otros idiomas, así como la vieja máquina de escribir. Merece la pena visitar el parque cercano que, aunque nevado, da idea de lo que es el típico bosque ruso. Al final del mismo, la Cueva Santa, en la que mana un agua oxidada por el hierro que contiene la tierra y un poco más allá un manantial que está santificado y a donde los lugareños van a recoger lo que denominan agua santa.



Este lugar entra de lleno en la ruta hanseática y está promovida turísticamente por los Estados Bálticos y por Rusia, en una colaboración transfronteriza, como conocemos otras en España, patrocinadas por la Unión Europea.



            Y de aquí a sentirse como un príncipe en la lujosa y extensa habitación del Palacio Elivazentino, donde hemos sido recibido por su eficaz directora, Ludmila Pekun, quien me informó que la interesante restauración costó unos 350 millones de rublos, equivalente a unos 5 millones de euros y reconvertido en un lujoso hotel, cuya suite tiene un valor de 300 euros la noche. Tiene un lago con una misteriosa isla que en verano se puede visitar en un bote, pues ahora todo está helado y hasta congelado. www.dilici.ru



El palacio perteneció a Valery Kowalew, que llegó a ser viceministro de Transporte del Gobierno central ruso y que falleció, hace unos años, en España. Hoy en el gran salón se halla un enorme cuadro suyo al lado del de su esposa. En este salón, la orquesta “Metelitsa”, de San Petersburgo, dirigida por su creador Igor Tonin, promovida por el Gobierno Regional de Leningrado, nos deleitó con populares canciones rusas, formada por 22 profesores que tocaban folklóricos instrumentos. La orquesta nació en 1989 celebrándose ahora su 30 aniversario y su cometido es conseguir recuperar las canciones folklóricas rusas. Ha actuado en los Países Bálticos, Alemania, Finlandia, China, Japón y en los Estados Unidos. Eran 22 músicos y llegaron a actuar para solo 18 personas. Lo que decía al principio, sentado en primera fila me sentí como un príncipe dieciochesco, escuchando en mi palacio la mejor música rusa, entre ella la popular “Katiuska[”. A destacar la gran voz de la solista Elena Kurskaya, así como las actuaciones en solitario con instrumentos típicos como el “guli” o la “domra”. www.metelitsa-spb.ru Una cena con el director de la orquesta, y las autoridades regionales de turismo, puso fin a tan interesante velada.



A la mañana siguiente, tras el desayuno, la directora nos invitó a participar en un juego de niños que celebraban la primavera con sus canciones, aunque afuera, en el exterior sólo hiciera -2 grados, Canciones y juegos infantiles del grupo “Mantequilla”, en ruso, alegró la espera hasta salir para el siguiente destino.

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