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viernes, 3 de octubre de 2008

De Baños a Guayaquil



1 de octubre 2008


Una carretera por los Andes, en plena montaña, llena de curvas y todito un bache. El autobús, conducido por un experto chófer, circulaba rápido evitando los agujeros en el camino llenos de agua de lluvia, lo que hacía que los pasajeros nos bamboleásemos de izquierda a derecha. Fueron sólo unas seis horas y media para recorrer entre 250 y 300 kilómetros, pues el cobrador un joven llamado Luis ni siquiera lo sabía.

Ascendimos con locura creo que hasta los 3.000 metros, a la derecha el volcán Chimborazo, verdadero símbolo del país, estaba tapado pos las nubes; unas nieves lejanas anunciaban su presencia.

Parábamos para dejar a los niños de la escuela o tomar alguna cholita que, con sus mejores galas, iba a la capital. Hice fotografías y fotografías de los bellísimos paisajes del entorno. Mientras hubo luz me sirvió para pasar el tedio del viaje.

Antes había paseado por el centro de Baños de Agua Santa, llegando hasta el puente de San Francisco que cruza el río Pastaza, antes de caer a la selva amazónica e integrar sus aguas en el Padre Amazonas, cuyo descubridor fue mi paisano trujillano Francisco de Orellana, verdadero héroe del Ecuador y fundador de la ciudad de Guayaquil. Su solo nombre aún causa asombro entre los ecuatorianos de Baños que no pueden creer como unos españolitos del siglo XVI fueron capaces de cruzar desde la costa al interior del continente atravesar la gran barrera de los Andes y entrar en una selva agresiva ahora y entonces.

Pero el asombro vendría al atardecer cuando Luis me dice que desde el pueblo de Bucay ya no pararíamos, pues estábamos expuestos a los ladrones de buses que paran y atracan a los viajeros. El mismo me dice que en varias ocasiones ha sido atracado su ómnibus. ¡¡¡ Vaya alegría!!!. Y debía ser cierto, pues dos días antes la televisión local había anunciado que se había atracado un bus en la carretera de Guayaquil a Cuenca poco después de haberla cruzado este viajero. Se llevaron todo, incluso dejando sin dinero, sin móviles y hasta sin zapatos a los viajeros. No hay que ser alarmista, pero hay noticias, que aunque sean tristes, son ciertas.

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