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viernes, 3 de octubre de 2008

Hacia Baños de Agua Santa


29 de septiembre de 2008.

De Cuenca a Baños de Agua Santa no sé cuantos kilómetros hay, pero no muchos en línea recta. Sin embargo, el trayecto me llevó ocho horas en ómnibus, como le dicen por aquí al autocar. Hay que atravesar la gran muralla de los Andes, a más de 2.500 metros de altura y las curvas, vueltas y revueltas de la carretera son incontables.

La carretera no es mala, peor hay lugares que se convierte en un verdadero camino de alta montaña, donde la maniobra del conductor es admirable. Hay lugares que por su cercanía al abismo dan pavor y el autobús se revoluciona con el griterío juvenil, incluso algún niño dice con miedo: “Nos vamos a matar”.

Pese a todo, uno disfruta de unos paisajes bellísimos, con pueblecitos colgados literalmente en el barranco, donde los indios campesinos son capaces de andar varios kilómetros para cultivar sus huertos en unas zonas enormemente empinadas. Cultivan patatas, tomates, boniatos, y otras muchas clases de productos que le sirven para alimentarse y para sustentarse económicamente. Alguno que otro se para en el camino para que intentemos llevarle al pueblo más cercano. Por mi no importaría ayudar a esta pobre gente, pero no mando en el autobús.

En el camino veo muchas vacas suizas pastando, atadas por una pata, en unas pendientes que no se como son capaces de sujetarse, Los campesinos hacen lo mismo con sus chanchos o cerdos. Por cierto dos cerditos estaban atados a la altura de la laguna de Colta, que por su singular paisaje había sido propuesta para ser proclamada como Paisaje Cultural de la Humanidad.

Se desdibuja a mi izquierda el impresionante volcán del Chimborazo, cubierto de nubes. Me he de conformar con el volcán Tungurahua, ya en la zona de Baños de Santa Agua, pero esto ya es otra historia.

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