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sábado, 23 de octubre de 2010

La Capilla del Obispo y un cocido madrileño




Uno ha pasado este sábado de una manera muy singular: ha hecho turismo por la villa y corte de Madrid. Ha comenzado la mañana con una visita a la iglesia de San Andrés, pegada al Museo de los Orígenes, la antigua casa de los Vargas, patrones de Isidro el Labrador.

Y me cuentan aquí una historia sobre la vida, obra y milagros del santo patrón madrileño. La iglesia de San José, totalmente restaurada, tras ser quemada por las hordas durante la guerra civil, no ha sabido recuperar el esplendor del antiguo templo.
Aquí estuvo el cuerpo incorrupto de San Isidro, tras varias peleas judiciales, contra la familia Vargas, de gran influencia en tiempos de los Reyes Católicos y procedentes de mi tierra extremeña.

Pues bien se llegó a un acuerdo salomónico: Que el cuerpo del santo se expusiera en una pared medianil entre la iglesia de San Andrés y la capilla que llaman el obispo, correspondiente a don fray Gaspar de Vargas y Carvajal, influyente obispo de Plasencia mas dado al mundo que a Dios. Sin embargo, con los años mando levantar esa preciosa capilla , única de ll que resta del estilo gótico en Madrid, y con un bellísimo retablo de Giralte y no menos bello retablo sepulcral, donde aparece el susodicho Vargas y Carvajal arrodillado mirando hacia el altar mayor.

La visita bien vale la pena, pues actualmente el recién reconstruido templo está a cargo de las Hermanitas del Cordero, una orden religiosa de origen francés, cuyo espíritu de oración, canto y adoración del Santísimo hizo que el tiempo de contemplación artística a la Capilla del Obispo fuera un brevísimo tiempo poco antes de comenzar una misa de acción de gracias por unas Bodas de Oro, fuera escaso. Comprendo su postura pues un templo es sólo pata la adoración del Señor, pero con respeto y admiración al hecho artístico – religioso, eleva aún más la oración a Dios. Las visitas turísticas están garantizadas los martes. Las Hermanitas del Cordero viven diariamente de la comida que les ofrecen curiosamente, los más necesitados de la sociedad. Tal vez por eso estén todas tan delgadas. He aquí su ideario:

http://www.communautedelagneau.org/las-hermanitas-del-cordero-espana.php

Y de aquí, en plena Plaza de la Paja, de Madrid, donde se vendía la paja que los agricultores ofrecían como diezmo a la iglesia, se encuentra un restaurante típico y curioso de la ciudad: “El Cosaco”, de comida rusa y el jardín recoleto del antiguo palacio del Príncipe de Anglona, abierto al pueblo de Madrid hace pocos años.

La ruta por el viejo Madrid, el antiguo Magerit, se completó con dos monumentos importantes más: La visita a San Francisco el Grande, hermoso templo situado en el solar donde segú n la tradición San Francusco de Asism construyó un pequeñisimi templo en forma de barraca. En San Francisco se pueden ver sus pinturas recuperadas en la segunda bóveda más extensa del mundo tras la de San Pedro del Vaticano. Hay qje admirar dos cuadros, uno de Goya en la primera capilla a la izquierda según se entra y otro la de la Batalla de Clavijo por Casado de Alisal. La boda de María y David alegraba con una preciosa ceremonia el templo, mientras las voces delicadas de la coral Stella Matutina ofrecían el Ave María de Schubert.

Y de aquí a la Cripta de la Catedral de Madrid, que con sus 20 capillas, llenas de enterramientos, contribuye a la armonía y perfección del conjunto. En el suelo está enterrado mi compañero cronista el que fuera el último arquitecto de la Catedral de la Almudena, Fernando Chueca Goitia, que tuvo el placer de enseñar su obra a los cronistas el año en que se celebró el congreso nacional en la capital de España.

Finalmente esperaba un buenísimo cocido madrileño en el reconocido y popular restaurante Aymara, regentado por Venancio en la calle de los Reyes, número 12, una calle que va desde la Plaza de España hasta la calle Amaniel. El que esto escribe tuvo su colegio mayor en esta ultima calle, el José Miguel Guitarte y aquí pasó cuatro años de su universitaria vida mientras estudiaba Periodismo en la Complutense. Al fin y al cabo este fue mi barrio en mi etapa universitaria. Estaba como en casa. El cocido… bueníiiiiiiisimo.

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