El viajero está recorriendo el Rif marroquí, haciendo unas
escaladas especiales en la ciudad norteña de Tetuán, la que fuera capital del
protectorado español (1912 – 1956) y en la ciudad azul, la conocida como Xauén
(o Chefchauen, en bereber).
Lo que más me agradó fue conocer las medinas, donde se
encuentra lo más auténtico de ambas ciudades. Para un español, es agradable ver
cómo aún se conserva el idioma de Cervantes, que fue retrocediendo en beneficio
del francés, pero que vuelve a tomar fuerza gracias a la magna labor del
Instituto Cervantes y de las inversiones de las empresas turísticas españolas,
como Barceló, Meliá, Globalia, etc. Sin duda alguna, la costa mediterránea de
Tetuán es un aliciente más para que los jóvenes profesionales marroquíes
estudien nuestra lengua.
De Tánger, donde está la sede base, hasta Tetuán hay una
hora de camino por una excelente autovía, donde nos recibe un magnífico guía
turístico y da explicaciones, paso a
paso, de lo que supuso para la ciudad la estancia de los españoles durante
décadas, incluso nos señala lugares que conservan aun la arquitectura y el
urbanismo, como es el caso de la plaza redonda donde halla el consulado de
España, o donde hay numerosas familias judías que conservan sus apellidos castellanos.
Un ejemplo concreto, tomado al paso: Un comercio que llevaba por nombre “La
Andaluza”, o el antiguo Casino Español, donde unos viejos del lugar, que se
hallan descansando ahora en el Centro de Día que está en lugar de Casino, me
hablan en castellano y me cuentan que conocieron al pintor Mariano Bertuzzi, el
diseñador y promotor del turismo en la zona norte de Marruecos en los primeros
años del siglo XX. Y también está en pie el Cine Español. También tuvimos
oportunidad de acercarnos a la gran plaza que se halla delante del palacio real
también es muy recomendable conocer la interesante medina, donde tras andar por
sus estrechas callejuelas y cruzar el barrio judío, con alguna estrella de
David donde se da idea del respeto por las tres religiones monoteístas,
descansé tomando un buen té en el restaurante Bouhlal, en la calle Jamaa El
Kabri, 48. Un pequeño apunte: En la medina aún se enseña la casa que habitó
Francisco Franco, cuando era jefe de las tropas españoles en Marruecos. www.visittetouan.ma
La comida fue deliciosa, a la entrada de la ciudad azul,
concretamente en el “Auberge Dardara”, donde fuimos recibidos por su dueño, El
Hababi Jaber, quien en un correctísimo castellano nos fue contando la comida
típica del lugar, una comida muy natural, a base de bisara, un puré o humus hecho
con habas secas condimentado con comino y aceite de oliva, y un exquisito tajín
de cabrito con frutos secos (almendras e higos), para concluir con un yogur de
leche de cabra y miel de la zona, situada en un valle entre los parques
naturales de Bouhachem y Talassemtane. www.dardara.ma
Recorrer Chefchaouen desde lo alto del caserío, bajando
hasta la plaza donde se halla la khasbah es un paseo muy interesante y da idea
del cariño que tienen sus ciudadanos por la ciudad azul, pintando todas las
fachadas de sus casas, puertas y ventanas de color añil.
Estos días se celebra en el Islam el Día del Cordero,
algo así como nuestra fiesta de Navidad en la que se reúnen las familias. Se matan,
en recuerdo del profeta Abraham y como su hijo Isaac, unos tres millones de
corderos, la mitad de los corderos de todo Marruecos. Por las calles de ambas
ciudades se veían familias enteras y jóvenes con los corderos para ser sacrificados
según el rito Hallal, de cara a la Meca y recitando unas oraciones a Dios.
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