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miércoles, 19 de octubre de 2011

Por la Laguna de Canaima











19 de octubre de 2011,

Día de San Pedro de Alcántara, patrón de Extremadura.

El viajero ha tomado un avión privado desde Puerto Ordaz hasta la pista de la selva venezolana, del Parque Nacional de Canaima. El aparato era un BaE Jetstream 32, de 18 plazas, en el que volábamos sólo 14 pasajeros. El avión comenzó a rodar en la pista de despegue a las 8 de la mañana y 40 minutos más tarde entrábamos en la de Canaima. Mientras a la izquierda se veía al despegar el hotel Venetur Orinoco con las cascadas que ayer visitamos, al llegar las cascadas que dan a la Laguna de Canaima.

Hacia las diez de la mañana, tras visitar el campamento, se toma una barca curiara, construida de un solo tronco del laurel, un árbol que los habitantes de esta zona de Venezuela, los pemones, encuentran cada vez más lejos de su tierra. Después se sale a visitar la laguna de Canaima con sus respectivos saltos, entre ellos Ucaima, La Golondrina y Guadaima.

Es curioso el agua de esta laguna, negra con una preciosa espuma blanca, que es un champú natural para el cabello. El color del agua en la orilla es parecido al de chocolate, color que le proporciona una la vegetación abundante que hay.

Tras un almuerzo reparador, viene una siesta a la española que al viajero le sienta muy bien para comenzar el viaje al cercano Salto del Sapo, cuyo nombre se debe a un sapo que habita allí en los meses de invierno. El rápido tiene unos 45 metros de altura y para llegar hasta él hay que cruza la laguna Canaima, hacer una larga caminata por la sabana para aposentarse por encima de la cascada: bellísimo el lugar. En el lugar se ven dos clases de hormigas: Las rojas, que se clavan en la piel del senderista, y que desprenden un olor especial. Son comestibles y entre los pemones tienen fama de afrodisiaco. La segunda la llaman “24 horas”, pues si tienes la desgracia de picarte tienes fiebres durante todo un día y es sin contar la serpiente coral, a la que en Venezuela llaman “tres pasitos”, que son los que das antes de caer fulminantemente muerto, eso son contar con la temida anaconda.


Posteriormente del corto paseo en barca, se camina por la zona selvática para entrar debajo de la cascada, donde caen cada segundo miles y miles de litros de agua. Se cruza con cierto temor debajo de las piedras donde se derrumba el líquido y se pasa a la otra orilla donde se ve como cae el agua y se capta la energía positiva que hay en el lugar. Sin duda, una gran experiencia, que se complementa con la bellísima puesta de sol que enhechiza el alma al abrir las compuertas del espíritu. Una inolvidable jornada.

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