He entrado en Extremadura por Navalmoral de la Mata y he saboreado los olores y los sonidos del campo al atardecer, cuando el silencio entra por las ventanas de mi coche, cuando el aroma evoca sueños de mi juventud en los campos de Las Brozas.
He parado el auto en el descansillo que hay junto al templo romano de Talavera la Vieja; he sacado mi cámara y no me he podido contener llevarme en su memoria digital la belleza de una puesta de sol reflejándose sobre las aguas del pantano de Valdecañas.
Después he seguido por los Ibores hasta Guadalupe. ¡qué bello esta el monasterio iluminado en plena noche!, pero esto ya es otra historia.
He parado el auto en el descansillo que hay junto al templo romano de Talavera la Vieja; he sacado mi cámara y no me he podido contener llevarme en su memoria digital la belleza de una puesta de sol reflejándose sobre las aguas del pantano de Valdecañas.
Después he seguido por los Ibores hasta Guadalupe. ¡qué bello esta el monasterio iluminado en plena noche!, pero esto ya es otra historia.