Me envía mi amigo Ricardo Hernández
Megías un libro – que quiero pagar porque los beneficios serán donados a las
obras del templo de la Virgen del Rosario en Torrejón de Ardoz- titulado “Santiago
Castelo, el poeta de la memoria dulce”, un verdadero homenaje al periodista y
escritor José Miguel Santiago Castelo, nacido en la localidad pacense de Granja
de Torrehermosa en 1948 y fallecido en
mayo del año pasado en Madrid y
Conocí a Santiago Castelo durante mi
etapa mallorquina una noche en el que él como corresponsal de ABC en los
veranos de la isla, y yo como periodista del diario Baleares, entrevistamos
(mejor hablábamos) con Soraya, la princesa de los ojos tristes, y primera
esposa del Sha de Persia, una noche antes de una cena allá por el Puerto de
Andratx. Ambos cubríamos la información real en la etapa veraniega.
Castelo era muy amable, con formas
antiguas, pero con una calidez en su vozarrón de extremeño, que nos hizo que
nos lleváramos estupendamente bien desde un primer momento.
Segunda escena: Regreso a la
península en 1987, para trabajar en la Secretaría de Turismo, y al albur de un
encuentro con el común amigo Rafael García-Plata, nos reencontramos en el Hogar
Extremeño de Madrid, en la Gran Vía 59, de la que ahora tengo el honor de ser
su vicepresidente.
Santiago, acompañado de su padre,
don José, y de su hermana Lola, a la que le dedicó uno de su mejores poemarios
“La hermana muerta”, fallecida de un infarto en mayo de 2009, pasaba muchas
veces por la sede para estar presente en algún acto cultural de los muchos que
organiza al mes la casa extremeña.
Tercera escena: Salón de actos de la
Casa Cultural de Granja de Torrehermosa, donde se nombró a José Miguel Santiago
Castelo socio de honor de APETEX, la Asociación de Periodistas y Escritores de Extremadura.
Recuerdo aquel día que José Miguel estaba muy emocionado al recibir un premio
en su propio pueblo, aquel que ya era Medalla de Oro de Extremadura y premio de
Periodismo Julio Camba, otorgado por su periódico ABC. Su gente le quería
tanto, que un paisano suyo llegó hasta la barra del bar donde desayunábamos y
le ofreció, como presente, una bolsa llena de espárragos trigueros, producto
granjeño que Castelo aceptó encantado. Hombre culto y popular; desde las
relaciones con la realeza, hasta hablar con los más sencillos del lugar. Hombre
llano y cultísimo en la pluma, así era nuestro José Miguel Santiago Castelo.