El Día del Bibliófilo Extremeño se ha celebrado en el
Palacio de Barrantes – Cervantes, sede de la Fundación Obra Pía de los Pizarro,
con un homenaje a uno de los hombres más prestigiosos de Extremadura y al mismo
tiempo más desconocido por la sociedad de la región: Diego Hidalgo Schnur.
De carácter afable y buen conversador, Diego contó a las
sesenta personas que nos encontrábamos en el auditorio del palacio lo que había
hecho a lo largo de su vida. Desde recibir una gran herencia por parte materna,
hasta ser amigo de grandes personalidades del mundo mundial. Contó una pelea con Juanito, (el Rey Juan
Carlos) cuando eran niños por un juguete, y tuvo que intervenir una tía de
Dieguito y darle un pescozón aquel niño atrevido que quería quitarle el juguete
a su sobrino, hasta decirle con valentía al presidente argentino Raúl Alfonsín,
que su gestión era bastante mala porque tras una férrea dictadura no supo hacer
las conversiones hacia una sociedad más democrática. Y de los dos fue luego
gran amigo.
Diego fue presentado por la presidenta de la Unión de
Bibliófilos Extremeños, Matilde Muro, quien, acompañada de Luis Sáez Delgado,
el director de la Editora Regional Extremeña, nos leyó a los presentes un
cuento y alabando los ojos azules del homenajeado, que le da un toque de bondad
y franqueza, recordando también los ojos azules de la madre de ella.
Con el Dalai Lama
Y saco mis notas para recordar algo de lo que dijo el
homenajeado. A todos nos dejó claro que a pesar de haber estudiado en Harvard y
cómo ganar dinero, trabajar en el Banco Mundial y ser el director general de
ese Banco para África se ha sentido más feliz siendo un filántropo ayudando a
los demás, Cuenta que ayudó a crea en Lesotho, de mujeres y niños, pues los hombres
van a trabajar al vecino país de Sudáfrica, país que rodea por completo a
Lesotho. Allí montó una cooperativa de mujeres para fabricar tapices como obras
de arte, que vendían a varios países europeos; esto hizo que las mujeres de esa
fábrica cobraran seis veces mas que otras mujeres trabajadoras del país.
Con Mijail Gorbachov
Cuando recibió una enorme cantidad de dinero a la muerte
de su madre, Diego contó que tenía tres caminos; Gastarlo, en un avión, un yate
o una gran casa; invertirlo como le enseñaron en la Harvard Business School, o
ser un filántropo. Decidió ser esto último que es lo que le ha llevado a ser
reconocido como hombre de bien por todo el mundo hasta ser el promotor haced 20
años del Club de Madrid, asociación mundial cuya sede está en la capital de
España y que agrupa a ex jefes de Estado y de Gobierno cuya finalidad es la de
aportar sugerencias a los países democráticos y atisbar un futuro mejor. Fue su
presidente el ruso Mijail Gorbachov, de quien contó una anécdota cuando Gorbachov
y su mujer Raisa se escaparon, del hotel Alfonso XIII de Sevilla, y anduvieron
solos, sine escoltas, de madrugada por las calles sevillanas hasta encontrarse
con una tuna, unió de cuyos tunos le reconoció y le llevaron en hombros, como a
un torero, hasta una plaza donde fue aplaudido por las más de 1.000 personas
que estaban allí, pasándoselo en grande la “joven” pareja rusa, pues era muy
querida en todo el mundo, menos en la misma Rusia.
Todo esto vino porque en una asociación americana, de hombres
solos, tiene la costumbre de que un personaje de una conferencia a las doce de
la mañana de un sábado a cientos y cientos de hombres vestidos de blanco, pues solo
usaban camisetas y calzoncillos, A Diego le toco dar una de esas conferencias y
sin gafas apenas veía a las personas que estaban bajo la tribuna. Sólo sabía
que unos cuantos le aplaudían mucho. Cuando bajó vio que allí estaban antiguos
presidentes de los Estados Unidos de América: Nixon, Ford, Reagan y Bush padre.
También contó algunas anécdotas de Bush hijo, quien antes de ser presidente se encontró
con él y no sabía si España (Spain) estaba en Europa o en New Jersey, donde hay
buenos restaurantes de comida española…o que como joven de Harvard, donde
estudió, Bush preguntó a Diego si era tan buen estudiante como a los que le
gustaba el alcohol y terminaban borrachos. Al final terminaron hablando de beisbol,
que era el deporte favorito del que después sería presidente. “Al final le
caí bien”, contó Diego.
Con Bill Clinton
En cierta ocasión, Jim Baker, secretario de Estado americano
le preguntó a Diego sobre el futuro de Rusia. Esta fue la respuesta del paisano
extremeño: Primero, si la Unión Europea necesita expandirse hacia el este debería
contar con Rusia. Segundo, de esta manera se evitaría una quiebra económica y
una grave crisis, con el fin de evitar algo similar a la crisis de los misiles
de Cuba, que estuvo a punto de llevarnos a la Tercera Guerra Mundial. Actualmente
la OTAN tiene bases militares muy cerca de Moscú. Y es que actualmente Rusia
necesita un colchón, formado por países como Bielorrusia, Ucrania y Georgia. El
asunto fue ignorado.
Y así anécdota tras anécdota vivida de manera personal
con las grandes personalidades mundiales, Diego, se bajó a lo más cercano, como
es su pueblo de Los Santos de Maimona, donde creó la “Fundación Maimona”, que
gerencia Alejandro Hernández Renne, quien ayuda en la creación de empresas y
fije población y cree riqueza en el pueblo. En tiempos de su padre, Diego
Hidalgo Durán, que fuera ministro de la Guerra en tiempos de la república
española, los Santos tenían unos 8.600 habitantes para bajar después a poco más
de 7.500 y volver a subir hasta los 8.200 actuales. Con esta fundación tuve el
gusto de organizar unas jornadas sobre turismo y cine, en colaboración con
Alberto Calvo, un joven santeño dedicado al cine, al que conocí en el festival de
cine turístico de Portugal, donde tuve el honor de ser miembro del jurado
internacional.
Diego también fue mi presidente quien, con un grupo de 15
personas, entre los que se encontraba este servidor como hombre del turismo, formamos
el Comité de Expertos “Marca de Extremadura”, entidad que se creó precisamente
en Trujillo durante el mandato de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, quien se encontraba
junto a su esposa en el acto homenajeando también a Diego Hidalgo Schnur.
La
jornada terminó en el restaurante de la Abadía, una antigua discoteca reconvertida
hoy en el mejor restaurante de Trujillo. Fue una jornada para no olvidar.