El viajero también tiene derecho a
descansar y a tirarse a la bartola en una de las mejores playas de esta vieja
piel de toro, tan vieja que hasta los fenicios la usaron. Me estoy refiriendo a
La Barrosa, en Sancti Petri; claro que no sé qué nombre le pondrían los
originarios del actual Líbano, esos que hoy llamamos fenicios.
Llegué a La Barrosa tras un viaje
por tren AVE (dos horas y media desde Madrid a Sevilla) y una hora y media más
en el BMW con gps, que me llevó desde la estación de Santa Justa hasta el Gran
Meliá Sancti Petri. Este hotel, todo un descubrimiento, situado frente a la
playa de La Barrosa, lugar de alojamiento en el año de su inauguración del Rey
don Juan Carlos. ¡No tiene mal gusto el monarca!
Está dirigido por un joven y eficaz
profesional, Daniel Pérez, que tuvo a bien alojarme en una habitación frente al
mar. Disfruté de la estancia y de las buenas atenciones recibidas de los
profesionales que están en el establecimiento… ¡Un diez para ellos!
Me llamó muchísimo la atención el
Centro de Interpretación que está situado en lo alto del bar Don Fernando, en
el patio hispano - árabe del hotel. Allí se cuenta cómo un holandés, Ferdinand
Fransen, vio a principio del presente siglo, estos terrenos, y le gustaron tanto
que decidió construir, bajo la dirección del arquitecto Álvaro Sans Cañada, que
durante mucho tiempo trabajó para la cadena de los hoteles Meliá antes de
montar su propia firma, que ha construido hoteles en cuatro continentes …. Gran
Meliá Sancti Petri es un singular edificio que recuerda una construcción árabe,
incluso las fuentes copiadas de la Alhambra. ¡Qué gran idea! La primera noche
cené en el restaurante Acqua, muy bien, y me sorprendió como es el agua que
mana de las fuentes y de los estanques dan al lugar una sensación de paz y
silencio. ¡Lo que andaba buscando!
Al día siguiente mi amigo y skalega
Ray Cazorla me envía una información para organizar en Nueva York el Summit
2019, sin saber que, en 2018, el chef Ángel León, propietario del restaurante
Alevante, de una estrella Michelin, dentro del patio árabe del hotel, había
obtenido el Premio Especial New York Awards 2018. Y allí, tomando una merienda,
en el salón de Red Level, con su mujer y su hijo estaba, delante de mí Ángel
León. Nos saludamos y le envío la foto al “premiador” Ray Cazorla, que no hace
mucho estuvo con Barack Obama en uno de sus actos.
Y copio textualmente el menú que ofrece en su
restaurante “Alevante”: Morena, en
adobo, tortilla de camarones, tocinillo del mar, matanza marina, aceite marino,
higaditos encebollados, caballa en amarillo, cuajada de erizo con plancton y
huevas de esturión, puchero con babetas, tartar de lubina, sopa fría de moluscos
al mojo verde, la importancia; puntillón, boniato y comino, cañaillas en salsa
verde y cola de atún. Como postres: cítricos marroquíes, cereza, almendra y
chocolate. Un menú de l7 platos a un precio de 130 euros. A Ángel León, que es
Premio Nacional de Gastronomía 2014, le llaman el Chef del Mar, y posee el
restaurante “Aponiente” de tres estrellas Michelín.
En otra parte del Centro de Interpretación,
el arquitecto cuenta cómo se fijó en el número aúreo para crear el hotel y que
se inspiró en las fuentes de la Alhambra, Más adelante se narra la historia de la
zona, comenzando por las columnas de Hércules, que separan Europa de África y
que hoy conforman el Estrecho de Gibraltar, Las columnas forman parte de los
escudos de España, de Andalucía, de Cádiz ... y hasta de mi tierra extremeña,
sin olvidarse de Veracruz en México o Trujillo en Perú.
En la cercana isla de Sancti Petri
se encuentra un castillo cuyas ruinas son el viejo templo del dios fenicio
Melkart, donde se cree que estuvo el apóstol San Pedro para cristianizar la
zona, de ahí el nombre de que se la llame Sancti Petri. Por otra
parte, aquí juró el cartaginés Aníbal odio eterno al mundo romano, aunque
después fuera masacrado este imperio cartaginés, cuya capital -Cartago- se
encuentra en los bajos del actual Túnez y que tuve el gusto de visitar hace
años. Aquí estaba, según el viajero e historiador griego Estrabón, el fuego
sagrado que los sacerdotes tenían que vigilar para que nunca se apagara.
En eta zona tan histórica, me he
alojado, he disfrutado y ahora, sencillamente, quiero contarlo, Un descanso
para el cuerpo y para el alma. Muy recomendable.