Este
puente de la Asunción lo he ido a pasar a Málaga, a donde voy desde hace años
por estas fechas. Coincidí en el AVE con el economista Ramón Tamames, al que
saludo de vez en cuando en la Cafetería Elba de Madrid, donde se comen unos
riquísimos churros. Hablamos de ella y también de su cuarta vuelta al mundo, le
digo que estoy detrás de la celebración del V Centenario del Descubrimiento del
Pacífico por mi paisano Núñez de Balboa y se me quiere sumar, a pesar de que ya
está organizando una conferencia sobre los grandes descubridores del Pacífico
en Sidney (Australia).
Pues
bien, tras pasar una jornada en la Feria de Día de Málaga y cruzar la llenísima y ruidosa calle Larios, el
viajero se refugia en la terraza del Hotel Málaga Palacio, de la cadena AC
hoteles by Marriot. Por cierto los hoteles AC que se expanden por España y
Portugal, van abrir más de 90 hoteles en los Estadios Unidos, dada la calidad
de su servicio y atención al cliente, decía una noticia turística que publicó
la agencia Europa Press.
Una cocina a la carta, moderna y agradable y… por cierto
nada cara. Un gazpacho de sandía, un mil hojas de foie de oca y una torta con
solomillo y café brie, excelente, en el restaurante del piso 15 para tomar un
café con hielo en la terraza desde donde había unas vistas magníficas a
Gibralfaro, donde se halla el Parador de Turismo y la alcazaba, y especialmente al puerto, donde vi salir un
precioso velero de tres palos: el Sea Cloud II.
Y tras el agotamiento de los festeros malagueños que se
trasladaban hasta la isla de paz que era la terraza del Málaga Palacio decidí
bajar al Muelle Uno. Eran poco más de las seis de la tarde cuando los
novilleros que iban a hacer su paseíllo esa tarde a las 19 horas (cinco de la
tarde hora solar y taurina), esperaban tensos a que el coche les llevara hasta
el coso de la Malagueta. Les fotografié, como lo hice con la magnífica imagen
del maestro El Juli, que preside el vestíbulo de este hotel tan taurino.
El Muelle Uno estaba vacío de personal por encontrarse todos
en la feria. Un grupo musical cantaba al dios Changó en el Rincón Cubano, a base de música caribeña y gran volumen. Y
paseando por lo que llaman el Gran Palmeral descubro el Museo Alboranía: www.museoalborania.com
Me recibe Paco Pinto, el encargado, quien amablemente me
explica cómo es el museo y cómo está distribuido para que los visitantes puedan
recorrerlo por sí solos. Me cuenta que al cabo del año reciben a numerosos escolares
que descubren las especies marinas que pueblan este Mar de Alborán, cuyo territorio
discurre entre las costas españolas y marroquíes y desde el Estrecho de
Gibraltar hasta la Sierra de Gata en Almería. Francisco José Pinto de la Rosa
es autor de un libro titulado “Los tiburones del Mar de Alborán”, y cuenta cómo
él ha nadado con los peligrosos animales de esta especie.
Muestra la enorme cantidad de tiburones que hay en este
espacio marino, algo que llama poderosamente la atención, ya que este territorio
era en tiempos geológicos antiguos un verdadero desierto, cuyo pico más alto es
hoy la isla de Alborán (isla española entre nuestro país y Marruecos),
abriéndose un canal de agua desde el Océano Atlántico y que inundó ese enorme
valle que hoy conforma el Mar Mediterráneo.
La visita es muy instructiva para jóvenes y sobre todo para
adultos. Es un continuo vaivén de visitantes, que hace el lugar muy agradable y
desde cuyo balcón se divisa a lo lejos la farola de la ciudad, verdadero símbolo
de Málaga. Al final de la exhibición se muestran peces vivos en estanques. Una
visita muy, muy recomendable.