Este fin de semana he tenido una alegría y una gran pena.
La primera fue que Brozas, el pueblo del que tengo el honor de ser su cronista
oficial, se le ha iniciado expediente oficial por parte del Gobierno de Extremadura
para ser declarado conjunto histórico. Un deseo que dura ya casi dos décadas.
La otra fue el fallecimiento de mi buen amigo José Miguel Santiago Castelo,
periodista subdirector de opinión de ABC y gran extremeño, al que el sábado, su periódico de toda la vida, le dedica tres
páginas en la sección de cultura.
Aún recuerdo cómo conocí a Santiago Castelo. Era el
verano de 1983 y en un jardín de un importante hotel mallorquín coincidimos
durante una cena hablando los dos con la emperatriz Soraya, la princesa de los
ojos tristes, al que el Sha de Persia, la repudió por no poderle dar hijos. Fue
una noche agradable y calurosa mientras los que formábamos el trío hablábamos tranquilamente, Soraya, Santiago
Castelo y un servidor. Diré que con el
tiempo, también llegaron a Mallorca, una vez destronado el Sha, su segunda
esposa Farah Diba, acompañada de su hijo heredero; en esta ocasión quien les
entrevistó fue el periodista Jaime Peñafiel, en el hotel, Valparaíso, donde uno
tuvo la suerte de entrevistar a Julio Iglesias en presencia de Paquirri y la
Pantoja.
Años más tarde, ya en Madrid, hemos coincidido en numerosos
sitios, tanto en el Hogar Extremeño como en el hotel Ritz, donde por cierto me
presentó a la editora de ABC, Catalina Luca de Tena; ésta salía del tanatorio
cuando uno entraba.
A José Miguel le nombramos socio de honor de la Asociación
de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura en su pueblo de Granja de
Torrehermosa, donde uno de sus vecinos, Pascasio, le decía LA Granja de
Torrehermosa. Allí, en 2006, rodeado de los suyos, pudo el amigo periodista ser
nombrado socio de honor. El salón de actos estaba a rebosar y recibió como
reconocimiento una estatua del escultor Santiago de Santiago.
Coincidí en Granja de Torrehermosa cuando se le hizo un
homenaje a su padre, don José Santiago, que nos caíamos muy bien y que era un
hombre asiduo del Hogar Extremeño de la Gran Vía, así como su hermana Lola,
aquella que da nombre al libro de poemas “La hermana muerta”.
No hace mucho, yendo a uno de mis desayunos en el Ritz,
me encontré con el escritor José Manuel de Prada, buen amigo suyo, quien me dijo
que José Miguel no quería recibir visitas, que estaba muy triste con su
enfermedad y quería que se le recordase por su buen talante, humor y bonhomía.
En el tanatorio coincidí con uno de sus mejores amigos,
Teodoro García, al que conocí cuando teníamos 18 años, ya que comenzamos juntos
la carrera de Periodismo en la Dehesa de la Villa de Madrid, sede del Instituto
de Radio y Televisión. Teodoro ha sido la persona que le ha cuidado en los
últimos tiempos, durmiendo en un sofá si era necesario. Eso es cariño por una
persona amada.
También estaban en el tanatorio sus primos hermanos, Valentina
y Fernando Rojas, hijos de la hermana de don José Santiago. Departí con ellos
un buen rato dándoles el pésame y contando las buenas obras de su primo, entre
ellas ser director de la Real Academia de Extremadura. Durante mi estancia
coincidí con Miguel del Barco y su esposa Mercedes, directora de la OCVM, (Orquesta
de Cámara “Villa de Madrid”), o con el periodista Ignacio Camacho al que conocí
durante mi estancia en Ronda (Málaga) llevando el tema de prensa de los cursos
de verano de la Universidad Complutense. Sin duda, el fallecimiento de José
Miguel Santiago Castelo, me ha hecho recordar ese mundo apasionante del
periodismo que uno vive con ganas e ilusión día a día.
Los que somos creyentes hemos de decir: El Señor lo tenga
en su gloria.