Uno cierra los ojos en el teatro romano de Mérida y oye a Esquilo a través de la voz de Carme Elías haciendo hablar a Prometeo, aquel dios que fue castigado por robar el fuego sagrado de los dioses y entregárselo a los mortales. Está considerado el ser que aporta a la humanidad la civilización. A él hay que estarle agradecido.
Pero, bien, como decía, Prometeo habla a los mortales en Mérida, con palabras llanas del pueblo transcritas por el dramaturgo alemán Heiner Müller, que lo mismo que trata temas de la Grecia clásica, se dedica a trasponer la realidad más viva que ha sufrido la humanidad, como la invasión soviética de Budapest o en la Primavera de Praga.
Y decía también que si uno abre los ojos y cierra los oídos –cosa algo difícil- puede ver una puesta en escena modernísima, innovadora, apabullante, que no tiene nada que ver con la idea clásica del griego Esquilo. Aquí, en Mérida, a la luz de la luna nueva, dialoga lo clásico con lo ultramoderno de Carme Portaceli, una licenciada en historia del Arte que ha sido capaz de poner en el escenario de Hanoi a “Te doy mis ojos”, de Iciar Bollaín con el Teatro Dramático de Vietnam. Una sola cosa falta por decir: Una obra muy recomendable para las noches de este caluroso verano.
Y en el mismo teatro, como uno mas, como distraído, fumando serenamente un cigarro, me encuentro con Francisco Suárez, el director. Hace años que nos veíamos y nos fundimos en un abrazo. Sé que estoy ante uno de los grandes
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