Cada año, la ciudad de Karlovy Vary se
engalana cuando llega la primavera y las nubes dejan la oscuridad que envuelve
al invierno; las flores engalanan los jardines y la gente se despoja de la
ropa. Acaba de llegar el buen tiempo.
Con ese motivo, se organiza una
fiesta pública en la que intervienen las primeras autoridades civiles y
religiosas. Por eso mi amigo el alcalde Petr Kulhanek se puso sus mejores
galas, incluso el collar de máxima autoridad civil y con el cardenal abrieron
oficialmente en la Columnata del Molino, construida por el mismo arquitecto que,
realizó el Teatro de Praga. Allí Petr leyó un texto delante de varios embajadores
extranjeros y hasta de algún sheriff de California, al que tuve el gusto de
saludarle en la recepción oficial del hotel Kolonada.
La noche anterior al alcalde había
hecho entrega de los premios a las distintas personalidades que habían
promovido su ciudad por numerosos trabajos, desde los meramente profesionales
turísticos como el director general del Hotel Termal, uno de los más grandes
establecimientos de la ciudad, o de una japonesa que por su labor profesional
era una gran entusiasta de Karlovy Vary.
El cardenal, junto a otros clérigos,
bendecía las fuentes, algunas de ellas cubiertas de óxido, pues las aguas de
Karlovy Vary proceden del interior de un antiguo volcán que desde las entrañas
de la tierras salen al exterior a distintas temperaturas, alcanzando algunas de
ellas 62 grados, como en la fuente del Rey Carlos IV, la que descubrió el
monarca y dio fama al lugar.
Por aquí han pasado a lo largo de
los siglos monarcas y personalidades de la talla de Pedro el Grande, el filósofo
Goethe, los músicos Antonio Dvorak y Paganini o los multimillonarios
Rockefeller o Rothschild, sin olvidarse de actores que acuden a su festival
internacional de cine como Gerard Depardieu, Natashia Kinski, Daniel Craig o
Jackie Chan, con la que coincidí en el festival internacional de cine de El Cairo,
antes de la revolución que derrocó al anterior presidente Hosni Mubarak.
Tras una solemne misa en la
catedral, se abrió el festival de comida típica que en el paseo principal, a la
vera del río, los restaurantes de la ciudad ofrecen a los ciudadanos y turistas
que llenan las calles. Para acompañar el día el sol lució con su esplendor, sin
dejar antes la jornada unas gotas para abrir los paraguas. Y la jornada
concluyó con un precioso espectáculo de luz y sonido sobre las paredes del bellísimo
teatro de la ciudad. Este teatro se estrenó con las bodas de Fígaro en mayo de
1886 y su telón fue pintado por Gustavo Klimt.
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