El
domingo 29 de junio, a primeras horas de la mañana, paseaba por la famosa
Avenida Andrassy de Budapest, cuando una bandera española me llamó la atención,
en una calle lateral. Era domingo y la legación estaba cerrada, peor en su
fachada se puede ver la placa que se puso a un
héroe mundial. Ángel Sanz Briz, que fue llamado el ángel de Budapest por
haber salvado de las garras de la muerte a más de 5.200 judíos “españoles”,
aunque en realidad sefarditas no serían más allá de los 200.
Fue un hombre de la diplomacia franquista,
pero que con valentía y argucia supo defender a personas que estaban condenadas
a morir en las cámaras de gas, cuando no fusiladas al borde del Danubio, como
pude apreciar en el “Monumento a los zapatos”, el único gran bien que poseían aquellos
desdichados para los asesinos del régimen nazi y sus aliados, los húngaros de
esa triste época.
Ángel Sanz Briz, supo ganarse al
delegado nazi, enviándole una gran cantidad de dinero de parte del Gobierno
español para los expatriados ante el avance de los comunistas rusos en la zona
del este de Alemania. Así le permitió poder alquilar bloques enteros donde metía
a vivir a las familias judías. En un principio eran solo 200 individuos,
después 200 familias, después con la trampa de la lista 200 A1; 200 A2, 200
A-3… y así hasta completar todo lo que pudo.
Ángel Sanz Briz fue condecorado
“Justo entre las Naciones” por el Estado de Israel y fue el primer embajador de
España en la china comunista de Mao en 1973, cuya noticia fue una exclusiva que
dio en el periódico “Pueblo”, la sagaz periodista Pilar Narvión, a la que tuve
el gusto de saludar en mis tiempos mozos estudiantiles.
Sanz Briz fue embajador de España
ante El Vaticano, muriendo en Roma en junio de 1980. Honor a un gran hombre. A
veces, el turismo tiene estos encuentros tan interesantes para uno mismo.
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