He sido invitado por la Academia
Europea de Yuste al concierto que el Coro Amadeus dio ayer en el Real Monasterio
con motivo del 25 aniversario de la creación de esta prestigiosa institución extremeña
a la que pertenecen hombres y mujeres del Viejo Continente de todos los
saberes.
Me viene a la memoria, personas tan
prestigiosas como el pintor Antonio López o el comisario europeo y ministro de
Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja Aguirre, proclamado premio Carlos V del
presente año; la presidente de la Academia de España, Margarita Salas, los
portugueses Joaquim Verísimo Serrao (historiador) o la pianista María Joao
Pires; el historiador inglés Paul Preston, o el que fuera director general de
la UNESC , Federico Mayor Zaragoza y entre los ya fallecidos, el italiano Umberto
Ecco, el presidente checo y escritor, Vaclav Havel, el músico azerbayano
Mstilav Rostropovich o el luxemburgués Gasthon Thorn.
Yuste es desde la creación de la
fundación, en 1992, un referente en la cultura europea, y su actual director
Juan Carlos Moreno Piñero, ha querido que el Coro Amadeus, de Puebla de la
Calzada (Badajoz) dirigido por el maestro Alonso Gómez Gallego, diera un
concierto que recordarán, con agrado, todos los asistentes.
Compartí audición con el embajador
de Francia, Yves Saint Geours, al que acompañaba su esposa, que era la primera
vez que se encontraba en este precioso recinto del Palacio y Monasterio de
Yuste que son parte del Patrimonio Europeo.
El Coro Amadeus, compuesto por 22
mujeres (dos de ellas solistas: María del Mar Machado y Gloria Jaramillo), y 22
voces masculinas, muy bien estructurado, fue una sorpresa agradable para el público
que rebosaba la iglesia del monasterio. El concierto fue presentado – y a veces
interpretado como la poesía en castúo de Gabriele y Galán “¿Ondi jueron?”- por
el músico y folclorista Emilio González Barroso.
Fue un magnífico recital de música de
compositores actuales, como el caraqueño Miguel Astor, nacido en 1958, quien
compuso la parte musical de “O sacrum convivium” siguiendo la tradición
cristiana; la pieza “Dulcissima Maria” fue toda una sorpresa para el respetable,
pues el director sacó al coro de su lugar habitual y lo distribuyó en los muros
del templo: en el de la Epístola, los hombres; en el del Evangelio, las
mujeres. Fue algo muy original. Tras el “Onfi jueron” de Gabriel y Galám, hubo
piezas de gran altura para mí, como la extraordinaria interpretación de “Infierno
y gloria”, de Federico García Lorca, del granadino Ricardo Rodríguez, fallecido
hace dos años. La última pieza del repertorio fue el Zorongo gitano, recogida
de la tradición real por García Lorca. Puso broche final, con los asistentes en
pie la Oda a la alegría, texto de Schiller, con música de Beethoven lo que hoy
es el himno de Europa. Intenté grabarlo y lo dejo aquí testimonio para gusto de
todos. ¡Magnífica interpretación de las dos solistas!
A la salida, en los bajos del
Palacio de Carlos V, tuve la suerte de encontrarme con el anterior director de
la Academia, mi buen amigo Antonio Ventura Días, y con dos compañeros
cronistas: el de Galisteo (Cáceres), Francisco Jesús Valverde Luengo y el de Esparragosa
de Lares, Víctor Guerrero Cabanillas, médico y estudioso del músico Hernando
Franco, natural de su pueblo, y que trabajó en la época renacentista del siglo
XVI en las catedrales de Guatemala y México, siendo considerado el primer
compositor de música catedralicia.
Sin duda alguna, mereció la pena hacer 240 kilómetros
para estar presente como invitado en este magnífico acto cultural.
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