Hace
20 años, en el verano de 1997, cuando los asesinos de ETA mataron al pobre
concejal del PP, por Ermúa, Miguel Ángel Blanco, yo me encontraba dirigiendo el
tema de prensa de los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid
en la ciudad malagueña de Ronda. Allí, en lo alto del Puente Nuevo, un grupo de
rondeños se reunió para homenajear en silencio a un héroe que toda su falta fue
trabajar por su pueblo y por su querida España.
A
lo largo de mi vida apenas he rozado el tema del terrorismo, sea español o internacional.
Hoy mismo, Carlos Herrera, entrevistaba en su programa matinal de la COPE al
teniente coronel Francisco Vázquez, responsable hoy de la lucha antiterrorista,
y hace 20 años uno de los guardias civiles que buscaron, sin descanso, en 48 horas,
a Miguel Ángel. Todos estaban esperanzados en encontrarlo, Los asesinos solo querían
su asesinato y lo lograron. Esto puso a todo el país en pie contra el terrorismo.
Yo fui uno de ellos, ¡faltaría más! Y ahora me encuentro que líderes políticos municipales
de Podemos y PSOE se niegan a homenajear a un joven hombre que murió en manos
de unos asesinos. Sencillamente, incomprensible y que dice mucho de esos
politicastros que a mí no me representan.
Decía
que he rozado, poco, pero he rozado el terrorismo. En el verano de 1975 entré a
trabajar en la agencia EFE en Bilbao. Entré con el asesinato de un taxista y salí
con los últimos fusilamientos del régimen franquista el 27 de septiembre de
1975. Me enteré desde el aeropuerto cuando aquella mañana iba a tomar un avión de
Aviaco con destino Madrid. En el interregno de esta época ví físicamente temblar
a un hombre hecho y derecho, mientras le entrevistaba para EFE, porque unos asaltantes
anónimos habían entrado en su tienda y le habían robado una multicopista y tinta,
Sin duda eran etarras que querían difundir sus mensajes de miedo y muerte entre
la población civil. Por las noches cuando después de cerrar la agencia, a las
10 de la noche, en la calle Colón de Larreátegui, iba con prisa para llegar a tiempo
a tomar el autobús que me llevaba a un barrio obrero donde vivía, había un trayecto
corto y tenía que pasar por delante de un organismo oficial. La Policía Nacional,
metralleta en ristre, me seguía en mi camino, encañonándome porque la bolsa que
llevaba era la de la cena, pero por si la moscas… me seguían.
En
el atroz atentado de Atocha me salvé porque aquel día tenía médico. Escuchaba a
Luis del Olmo cuando dijo que algo había pasado en Atocha. Poco podía suponer
que ese día 200 personas trabajadoras caían muertas porque unos asesinos árabes
querían castigar así al pueblo español.
No
entiendo al terrorista frío y asesino, que sólo desea la muerte de los demás
sin importarle el dolor y argumentando no sé qué cosas incomprensibles para los
inocentes que nos hemos salvado.
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