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viernes, 3 de octubre de 2008

Ingapirga, sede de las culturas cacañarí eincaíca.



28 de septiembre de 2008

Hernán, el dueño del hotel Santa Ana de Cuenca, quiso tener con el viajero una experiencia indígena. Para ello sugirió conocer Ingapirga, la ciudadela de dos culturas, la cañarí y la incaíca.

Ingapirga, situada en la provincia de Cañar, está a unos 3.160 metros de altura, con lo que se sugiere no correr ni andar rápido por la falta de oxigeno. Para llegar a este lugar, al norte de la ciudad de Cuenca, es preciso recorrer bastantes kilómetros y atravesar dos pueblos: Azogues y Cañar.

Del primero se puede decir que tiene ese nombre por las minas de mercurio que posee. Es una ciudad prácticamente nueva, ya que en toda esta comarca o cantones hay muchos emigrantes a los Estados Unidos o España, que envían remesas de dinero s sus familiares y estos compiten con sus vecinos para ver quien levanta la casa más fastuosa y elegante. Eso está bien, pero tanpoco se dan cuenta que con ello destruyen la vivienda típica de las ciudades, las cuales en vez de ser restauradas son tiradas y construyen unos edificio anodinos e insulsos. Me supongo que para ellos muy elegantes y chic.

A lo que íbamos. A hablar y explicar algo de estas dos culturas indígenas. Ingapirca es una palabra quechua que significa “muro o pared del inca”. El edificio mas antiguo en el complejo es la Pilaloma, datado entre el 900 antes de Cristo y el año 1200 de nuestra era. En la parte central hay una “huaca” o monolito que da cuenta de un enterramiento o tumba colectiva cañarí. En otras partes hay una cancha ceremonial y los palacios exteriores dedicados como viviendas o “acllahiasi” dedicadas a las vírgenes del sol.

Una plaza ceremonial está delante del templo o adoratorio inca. Se ve que es una construcción típica de esta cultura, pues mientras las construcciones cañaríes están levantadas con piedras y argamasa para su unión, el templo se levanta piedra a piedra tan unidas entre sí que, como verdadera labor incaica, están tan pulidas que las piedras no necesitan nada para construir el principal edificio del complejo. Son sillares de frente almohadillado, construidos con piedras andesitas de color verde.

Un grupo de turismo comunitario, comandados por un joven de nombre Santiago, recibe a los visitantes y realiza el recorrido con traes típicos andinos, mientras unas llamas aburridas por los forasteros se dejan fotografiar. Según los indios cañaríes que llevan el turismo comunitario del complejo lo visitan anualmente unas 20.000 personas, incrementándose anualmente en 2.000.

Un grupo de yankis están disfrutando del lugar sin entenderlo muy bien. Pero bien merece un aplauso por interesarse por este turismo cultural

La jornada concluye con una “papamesa”, donde en un comedor, colocan varias mesas corridas con un largo mantel y sobre él arrojan productos cultivados comunitariamente: choclo (maiz), habitas.

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