Este viajero trotamundos de vez en cuando tiene una parada y se reencuentra con los amigos, desarrollando esa virtud de saber estar con aquellos con los que te sientes bien. Son esos amigos de la tierra que aquí nos llamamos Foro Extremadura y que nos une el cariño por el terruño.
En esta ocasión nos hemos reunido alrededor de una buena mesa en la bodega del restaurante de alta cocina Piñera, en la madrileña calle Rosario Pino, 12. El anfitrión y organizador de la comida ha sido Rafael Gonzalo Bravo, un magnífico abogado, pero mejor amigo. Se da la circunstancia de que el director de sala, Jorge Dávila, es su sobrino, un profesional de la atención al cliente.
Y así, entre charlas, bromas, y recuerdos, hemos tenido un espléndido almuerzo a base de un entrante de alubias con foie, anchoas con tomate kumato caramelizado, un tartar de atún rojo con ajoblanco, que resultó espléndido, y unas croquetas casera de ternera con jamón ibérico. De segundo plato había una merluza de pincho con borrajas y almejas en salsa verde clarificada, que fue el que yo comí y que califiqué como extraordinario. Otros compañeros de mesas prefirieron la carrillera de cerdo ibérico, todo ello regado con un tinto Matarromera, muy bueno en boca. Las referencias vinícolas del restaurante se acercan al centenar entre vinos españoles y extranjeros, destacando los portugueses, italianos y del Nuevo Mundo. No quedó nada mal el postre: Tarta fina de manzana con natillas caseras. www.restaurantepinera.com
Y no hay una buena comida sin una buena charla, aunque a veces – como típicos españoles- todos hablemos y todos escuchemos. Conversaciones que derivaron desde las ilustres barraganas al escritor José María Pemán, desde los comienzos de la monarquía en tiempos de Franco, cuando don Juan y el General se entrevistaron en esa finca extremeña que asemeja a un “cotagge” inglés, entre Navalmoral y Plasencia, al borde mismo de la autovía Ex1, al robo que hicieron los franceses en la Guerra de la Independencia de los pergaminos del conventual de San Benito de Alcántara, cuyas tropas estaban mandadas por el general Junot, y que conforman hoy parte de la cocina gala.
Fue una buena y distendida charla que sólo duró unas tres horas. Como siempre, lo mejor, la tertulia tras el almuerzo y después… cada mochuelo a su olivo, o cada profesional a lo suyo.
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