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viernes, 17 de octubre de 2008

Las Extremaduras de América: Ecuador




El viajero ha tenido la oportunidad de recorrer la tierra hermana de Ecuador. Allí ha podido saborear el gusto por lo español y reconocer, en la lejanía, parte de su tierra extremeña.

Lo primero que hay que decir es que la afanosa e industrial ciudad de Guayaquil, al sur del país, en el Océano Pacífico, fue fundada por el trujillano Francisco de Orellana en 1537. Según los historiadores locales, la fundó en el Barrio de las Peñas, una pequeña colina, al norte de la ciudad actual, que era un reducto defensivo ante el ataque de los indios locales.

Durante décadas, éste barrio fue una zona marginal y hoy es donde las autoridades locales, comandadas por su alcalde Jaime Nebot, ha sido capaz de recuperarlo como una de las zonas más vivas y dinámicas de Guayaquil al convertirlo en zona típica y ser lugar donde se aposentan artistas y restaurantes con un gusto exquisito por ofrecer comida autóctona. También es un magnífico mirador sobre el malecón Simón Bolívar, un encantador paseo marítimo, restaurado por empresas privadas como acto de responsabilidad social con su ciudad. Al fondo, el barco pirata Morgan hace las delicias de los turistas que pasean por la bahía del río Guayas. Una cristalera en el salón noble del Ayuntamiento recuerda la fundación de la ciudad por el extremeño a la que llamó Santiago de Guayaquil y que los nativos dicen que proviene de la leyenda del matrimonio indio Guayas y su esposa Quil.

Es tal el cariño de Ecuador al fundador de Guayaquil y descubridor del río Amazonas, que en 1990 se creó la provincia de Orellana. Es un extenso territorio de unos 21.700 kilómetros cuadrados (más o menos como la provincia de Badajoz) y sólo unos 86.500 habitantes, cuya capital lleva por nombre Francisco de Orellana, no cuenta con más de 42.000 habitantes. Uno de sus principales platos típicos son los pinchos de mayones, un gusano que crece en la palmera de chonta y que se comen o asados o bien crudos; éstos saben como si fuera leche merengada. Los indios se los comen para curarse de enfermedades respiratorias. El viajero tuvo oportunidad de probarlos de las dos maneras en la feria internacional de turismo de Ecuador, creada en Guayaquil y dirigida por el español Jaime Rull, que la ha convertido en la más importante de América del Sur.
Otros nombres extremeños por Ecuador son el de Cañaveral, al norte del país, que se repite dos veces. La Rinconada, Valdivia, Santa Cruz, Granadilla, Gonzalo Pizarro y el de Guadalupe, que está en tres lugares distintos, dos al norte y un tercero al sur, limitando ya con Perú.

En el libro de mi amigo Arturo Álvarez, “La Virgen de Guadalupe en el mundo”, que fuera durante 27 años, fraile en el monasterio de Guadalupe, se citan la imagen de Baños de Cuenca, donde hay un grandioso santuario y a la que se denomina Virgen de Guadalupe de los Baños de Azuay, cerca de Cuenca, la tercera ciudad del país, y declarada Patrimonio de la Humanidad por su excelente urbanismo colonial, en plenos Andes. Hay otra imagen con gran devoción en Cisne, cerca de Loja, al sur; una tercera está en Guápulo, vocablo que fue creado por los indios, al ser imposible traducir la palabra Guadalupe, de origen árabe, sin olvidarse del moderno santuario guadalupense del Quinché, en el valle Guaillabamba, regido hoy por los padres oblatos.

Como hecho curioso quiero reseñar que en la provincia de Cañar, al norte de la ciudad de Cuenca, en plenos Andes, los ecuatorianos bailan el cordón como lo hacen en mi pueblo de Las Brozas. Se trata de un palo alto donde cuelgan cintas de colores y los danzarines –hombres y mujeres- ataviados con trajes típicos lo tuercen y se ve el cordón de colores tejido sobre el palo. En las Brozas y en el cercano pueblo de Villa del Rey lo bailan el día de San Antón y el de San Blas, fecha de sus respectivos santos patrones.

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