Recuerdo el momento en que el avión de Iberia aterrizaba
en Maiquetía, un vetusto DC-10, bajaba y bajaba y yo solo
veía mar y mar y para nada tierra. Yo tenía 26 años y era mi primer viaje al
extranjero. Iba como periodista en la Embajada Turística Balear del Grupo
Barceló, en la que empresarios mallorquines iban a pasar sus vacaciones por
tres países sudamericanos: Venezuela, Argentina y Brasil. Estamos en octubre de
1979.
De este viaje recuerdo muchas cosas, pero de Caracas me
vienen a la memoria algunas de ellas. Llegando por autovía desde el aeropuerto
me llamó la atención las grandes urbanizaciones de casitas en los altos de las
colinas que rodean la ciudad. Son los “ranchitos”, me dijeron. Yo sólo había
conocido las “favelas” de Brasil. Llegué a disfrutar, como contraste de las
excelentes instalaciones del lujoso hotel Tamanaco, desde donde me escapé para
hacer un recorrido en solitario por la ciudad. Y fue en una plazoleta donde vi esa frase cuya
foto en diapositiva debe estar en algunos de mis archivos. En una papelera decía
algo así como “tire aquí la polla” y yo pensé, “qué voy a tirarla, si solo
tengo 25 año”. La polla es la lotería, ah.
Lo que recuerdo como si hubiera sido ayer mismo fue la
tensión que sufrimos el taxista y yo dentro de su coche, mientras a cuatro
manzanas del Palacio de Miraflores, sede del presidente de Venezuela, una
grandísima manifestación de protesta de los caraqueños que se enfrentaba en la
calle con la policía y que como resultado dio dos autobuses quemados, numerosos
heridos y sobre todo dos muertos. Iba desde el Tamanaco al Palacio para
entrevistar al presidente Luis Herrera Campins, quien semana antes había pasado
unos días en Mallorca. Tenía la entrevista a las tres de la tarde. Dos horas
más tarde regresé al hotel porque el taxista no me dejo bajar del taxi para ir
andando hasta el Palacio, ya que podrían robarme la cámara fotográfica y hasta
ser herido en aquellas calles asaltadas por las turbas. Desde el hotel Tamanaco
telefoneé al secretario del presidente y me dijo que había salido en
helicóptero desde el palacio presidencial hasta La Casona, su residencia, que
ahora ocupan las hijas de Hugo Chávez, cuando se había anunciado hace años que
iba a convertirse en una casa para niños, en lugar de una residencia privada
No pudo ser en esta ocasión, pero años más tarde
descansando en Mallorca el que fuera dictador de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez
(Tachira, Venezuela, 1914 - Alcobendas, Madrid, 2001) me concedió una entrevista
que se convirtió en una exclusiva. Al principio no quería y yo le dije que
serían unos 20 minutos para que me hablara de los atractivos turísticos de la
isla. Al final hablamos durante más de dos horas y surgió una exclusiva periodística.
Fue tal el impacto en la opinión venezolana que desde Caracas se desplazó un
equipo de televisión para entrevistar al mandatario venezolano exiliado en España.
Yo había oído hablar de Pérez Jiménez en mi primera visita a Caracas, cuando
pregunté por qué había tantas rejas en las calles y me contestaron por la inseguridad
que había en tiempos de Pérez Jiménez. Su mandato se caracterizó precisamente
por la seguridad y un alto crecimiento económico, aunque bien es verdad con falta
de libertades.
Puedo suponer ahora, un poquito, lo que suponen las
manifestaciones que estos días están celebrándose en Venezuela, donde cada 20
minutos es asesinado un ciudadano. Esto lo sentí cuando en otra visita a
Caracas me gritan a lo lejos que a ver a donde iba, pues podía ser asaltado a
plena luz del día. Mi intención sólo era fotografiar la fachada del Teatro “Teresa
Carreño”, en las cercanías del Hotel Hilton, expropiado por Chávez y
reconvertido en el Hotel Alba Caracas de la compañía estatal Venetur.
Yo había acudido a la feria FITVEN (Feria Internacional
de Turismo de Venezuela) en 2011, comenzando con una visita de prensa muy
interesante pues visité en la región de Canaima la catarata más alta del mundo
Salto Ángel de 979 metros de caída libre, en plena selva, donde recibí una
reprimenda del joven guía que nos acompañaba por adelantarnos al grupo un
ecuatoriano y una italiana. Si nos llega a picar una serpiente “tres pasitos”,
no podemos contarlo porque él no nos hubiera podido proporcionar el antídoto
tan vital en estos casos.
En esta feria fue donde conocí y saludé al nefasto de
Nicolás Maduro, por entonces vicepresidente, quien no se dignó que los
profesionales del turismo y del periodismo le acompañaran a inaugurar la
fiesta. Hubo que esperar como dos horas para que este impresentable saliera del
hotel de la isla de Santa Margarita donde se celebraba el evento para que
pudieran entrar los profesionales del sector turístico, la prensa, los posibles
compradores y el público. Por cierto, en la reciente feria de turismo de Madrid
2019 el pabellón de Venezuela estaba solo. ¡Quién va a querer ir a pasar unas vacaciones
ahora a Venezuela!
Ahora entiendo un poquito la trayectoria de la vida política
venezolana. Tras unos años de dictadura de Pérez Jiménez llegan los dos grandes
partidos, ADECO y COPEI (socialdemócratas y socialcristianos) que se reparten
los gobiernos y los beneficios económicos de la nación. Llega un “salvador de
la patria” que, tras un golpe de estado, dice que va a resolver todo, Hugo Chávez,
y da la vuelta a la tortilla. Ahora todo es para el pueblo, pero sin el pueblo.
Instaura un régimen totalitario de origen comunista. Y así llegamos a Maduro,
con muchísimo menos carisma que el Chávez y sin ser elegido por la mayoría de la ciudadanía
venezolana se autonombra de nuevo presidente del país, arruinando totalmente a la
nación y hasta los suyos, el pueblo humilde le da la espalda y con miles de
muertos asesinados. Un socialdemócrata como Juan Guaidó es ahora la esperanza
para este sufrido país, arruinado totalmente y sostenido por los militares
cubanos, rusos y chinos. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos. Yo
abogo por una renovación democrática, de libertades, que suponga un crecimiento
económico del pueblo hermano, para que surja una sociedad libre y que la
riqueza del país se reparta entre todos y no en unos políticos corruptos por el
dinero del petróleo y de las drogas.
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