Escribo estas líneas al atardecer,
mirando el mar, ese Océano Atlántico que llevó a Colón y, posteriormente, a mis
paisanos extremeños a las Indias Occidentales. Aquí fue donde yo vi el mar a
mis 18 años recién cumplidos, tras escaparnos de la residencia universitaria de
Cáceres y hacer desde la capital norextremeña hasta Conil de la Frontera un
largo viaje en autostop.
Llegamos otro universitario y yo
hasta Conil invitados por Quini, un joven cuyo padre había diseñado las obras
del matadero municipal de Brozas. Nos había escrito una postal y nos había
retado a que le visitáramos. Ni cotos ni perezosos los jóvenes que estábamos
estudiando por entonces el curso de Preuniversitario nos pusimos en camino y
señalando con el dedo salimos cuatro de Cáceres y el primer día, otro y yo,
llegamos directamente a Sevilla, por laN-630 (entonces no había autovías como
ahora, la A-66). El otro dúo no llegó esa misma jornada, sino la siguiente.
Cada uno de nosotros llevaba la enorme cantidad de 100 pesetas de 1970; para
entendernos ahora… ¡¡¡ 60 céntimos de euros!!!
Al llegar a Conil buscamos la dirección
correcta de Quini y nos presentamos en el chalet que había alquilado la familia
para pasar sus vacaciones, allá por el verano de 1970. A su padre le extrañó mucho,
pero le dijimos que habíamos sido invitados por su hijo. Lo entendió. Era un
hombre muy afable.
Al atardecer, como a las ocho de la
tarde, fuimos a ver la playa. Me quedé impresionado y emocionado al ver por
primera vez el mar… yo, un chico de un pueblo de secano, del interior de España,
en mi querida Extremadura. Mi primera gran experiencia fue subir ese mismo
verano al Pico del Moro Almanzor, en la Sierra de Gredos, con sus 2.600 metros;
la segunda, ver el mar en Conil de la Frontera. Cuando llegué me sombré de la
cantidad de agua que había y de su playa. La sensación de lo que era el mar me
llegó la mañana siguiente cuando vi que el mar había retrocedido cientos de
metros y la playa era muchísimo más amplia por la marea baja.
Esta tarde me encuentro frente a la
Playa de La Barrosa, un de las mejores playas de España, de unos 8 kilómetros de
longitud, sin urbanizaciones a escasos metros; solo las dunas impiden ver las
excelentes instalaciones hoteleras de la zona, como es el hotel Meliá Sancti
Petri, He tenido la suerte de tener una habitación de cara al mar y disfruto de
la magnífica vista y del atardecer.
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