Esta soleada mañana velazqueña he estado presente en la Misa mayor de Nuestra Señora de la Almudena, Patrona de Madrid, esa Virgen cuya imagen fue emparedada en la muralla del antiguo Magerit en tiempos de los árabes.
Fue una fiesta religiosa muy bien organizada este año. Estuve con mis compañeros capistas, cuya Asociación es la más antigua de España, ya que nació en 1928, hace ahora pues 80 años. Junto a nosotros otra más nueva, pero muy dinámica, la Asociación Capista de Alcorcón. Delante de mí, otra asociación muy típica, la de chulapos y chulapas de la Villa de Madrid. A la izquierda, los enfermos, muy bien cuidados por jóvenes voluntarios.
Acudieron al acto religioso la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el alcalde de la villa, Alberto Ruiz Gallardón. Este en su invocación anual a la Almudena sigue la tradición de sus predecesores desde el siglo XVII, cuando los regidores de la villa decidieron darle sus votos perpetuos a Nuestra Señora de la Almudena. En sus palabras, Ruiz Gallardón rogó a la Señora que mirase por los madrileños en estos momentos de tan grave crisis económica.
A su vez, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, habló de la soledad de la persona, una verdadera incongruencia en una sociedad cada vez más comunicada, pero sin contenido espeiritual alguno.
La procesión cívico - religiosa comenzó puntual y ordenadamente en la Plaza Mayor, para continuar hasta la Puerta del Sol y de aquí discurrir por la calle Arenal hasta la Plaza de la Ópera y la Catedral, donde un enorme manto de flores esperaba a la Reina de Madrid. Durante la procesión un numerosísimo público aplaudían a los desfilantes que perteneciamos a las más diversas asociaciones ciudadanas o religiosas, como las casas regionales o los miembros de las antiguas órdenes militares.
Sin duda alguna, fue un buen día para un acto cívico religioso.
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