24-25 de noviembre de 2008
Holanda me recibe con nieve. Veo desde el avión, cuando se despeja el mar de nubes, un campo blanco y muy dividido en parcelas. Esto no tiene nada que ver con mi Extremadura natal, donde hay campos extensos y sin ese blancor de la nieve.
Son las 10,25 de la mañana. Un tren limpio y silencioso, se desliza suavemente desde Eindhoven hacia Maastricht. Más y más nieve. Un poco de aguanieve se deja oír sobre el cristal de mi ventana. En el trayecto, algunos bosquecillos con sus árboles desnudos, anuncian más el invierno que un suave otoño que tuvimos ayer en Madrid. ¡Creo, sin duda alguna, que la mejor fecha para venir a Holanda es en mayo, cuando los colores de los tulipanes, nos alegran la vida!.
Sin embargo, tras visitar Masstricht con la guía paraguayo-holandesa Ingrid Behage, puedo haber cambiado de opinión. Al llegar fui muy bien recibido: ¡Una guía de habla española!. Al poco de salir del hotel hacia el Centre Ceramique, la zona más moderna de la ciudad, se puso a nevar y no paró. Un café en la Maison “Blanche Dael” nos entretuvo el tiempo antes de salir hacia la braserie “Bonhomme”, al mismo borde del río Maas. Después, “tournée” por la ciudad antigua. ¡Oiga, una maravilla!.
Tras patearla a conciencia llego a la conclusión de que Maastricht necesita más de un día de visita. La jornada concluyó en el restaurante de toque francés “Petit Bonheur”, que supuso una felicidad para mis sentidos de la vista y del gusto.
Y tras levantarme este día a las 3 de la mañana en Madrid, viene merece este cuerpo un descanso a las 11 de la noche. ¡Buenas noches!.
Día 25 de noviembre
El día amaneció bello y soleado, pero frío. ¿Un poco, no crean tanto!. Pasee tranquilamente por Maastricht hacia el hotel Kruiseheren (El antiguo convento de los Cruzados), donde me atendió un amable recepcionista llamado Tino.
Vimos la antigua iglesia, donde se encuentra la recepción, el bien diseñado bar, con una amplísima carta de vinos locales, franceses, italianos, argentinos, chilenos, sudafricanos y españoles. (Hago un inciso para decir que a los holandeses les deben gustar mucho las tapas españolas, pues vi en el centro dos bares distintos de tapas. Uno de ellos llamado “Tapas” y que según el duelo de Petit Bonheur ponen unos deliciosos pinchos).
En una segunda artificial segunda planta de este lujoso hotel se hallan el salón de lectura con el ordenador portátil para Internet y también el restaurante para el desayuno. Las 60 habitaciones son todas distintas. Su decoración moderna contrasta con la antigüedad del edificio. Por cierto, no existe la habitación número 13. Merece alojarse en él. Muy recomendable.
Otro pequeño paseo por el centro de la ciudad hasta la iglesia de San Gervasio, donde pregunto si hay folletos en español para comprar uno y el vigilante- taquillero forzando una sonrisa asombrada me dice que no. Otro lugar digno de visitar es la Casa Museo del Gobierno de España, un edificio con los símbolos del emperador Carlos V: el águila bicéfala y el escudo del Plus Ultra. Está cerrada, pues solos e abre de 13 a 17 horas de miércoles a domingos. Una amable señora me abre la puerta y me entrega un folleto en holandés y en inglés.
La última para de la jornada, antes de regresar a Eindhoven, es el Museo Bonnefanten, un interesantísimo centro cultural que alberga una magnífica colección de antigua pintura flamenca del sur de Holanda, así como una apreciable colección de arte contemporáneo. Es tal su interés que recibe cientos de miles de visitas anualmente. www.bonnefanten.nl
Y a mediodía a Eindhoven. Son las 14,45 horas y llegaré en 10 minutos.
Holanda me recibe con nieve. Veo desde el avión, cuando se despeja el mar de nubes, un campo blanco y muy dividido en parcelas. Esto no tiene nada que ver con mi Extremadura natal, donde hay campos extensos y sin ese blancor de la nieve.
Son las 10,25 de la mañana. Un tren limpio y silencioso, se desliza suavemente desde Eindhoven hacia Maastricht. Más y más nieve. Un poco de aguanieve se deja oír sobre el cristal de mi ventana. En el trayecto, algunos bosquecillos con sus árboles desnudos, anuncian más el invierno que un suave otoño que tuvimos ayer en Madrid. ¡Creo, sin duda alguna, que la mejor fecha para venir a Holanda es en mayo, cuando los colores de los tulipanes, nos alegran la vida!.
Sin embargo, tras visitar Masstricht con la guía paraguayo-holandesa Ingrid Behage, puedo haber cambiado de opinión. Al llegar fui muy bien recibido: ¡Una guía de habla española!. Al poco de salir del hotel hacia el Centre Ceramique, la zona más moderna de la ciudad, se puso a nevar y no paró. Un café en la Maison “Blanche Dael” nos entretuvo el tiempo antes de salir hacia la braserie “Bonhomme”, al mismo borde del río Maas. Después, “tournée” por la ciudad antigua. ¡Oiga, una maravilla!.
Tras patearla a conciencia llego a la conclusión de que Maastricht necesita más de un día de visita. La jornada concluyó en el restaurante de toque francés “Petit Bonheur”, que supuso una felicidad para mis sentidos de la vista y del gusto.
Y tras levantarme este día a las 3 de la mañana en Madrid, viene merece este cuerpo un descanso a las 11 de la noche. ¡Buenas noches!.
Día 25 de noviembre
El día amaneció bello y soleado, pero frío. ¿Un poco, no crean tanto!. Pasee tranquilamente por Maastricht hacia el hotel Kruiseheren (El antiguo convento de los Cruzados), donde me atendió un amable recepcionista llamado Tino.
Vimos la antigua iglesia, donde se encuentra la recepción, el bien diseñado bar, con una amplísima carta de vinos locales, franceses, italianos, argentinos, chilenos, sudafricanos y españoles. (Hago un inciso para decir que a los holandeses les deben gustar mucho las tapas españolas, pues vi en el centro dos bares distintos de tapas. Uno de ellos llamado “Tapas” y que según el duelo de Petit Bonheur ponen unos deliciosos pinchos).
En una segunda artificial segunda planta de este lujoso hotel se hallan el salón de lectura con el ordenador portátil para Internet y también el restaurante para el desayuno. Las 60 habitaciones son todas distintas. Su decoración moderna contrasta con la antigüedad del edificio. Por cierto, no existe la habitación número 13. Merece alojarse en él. Muy recomendable.
Otro pequeño paseo por el centro de la ciudad hasta la iglesia de San Gervasio, donde pregunto si hay folletos en español para comprar uno y el vigilante- taquillero forzando una sonrisa asombrada me dice que no. Otro lugar digno de visitar es la Casa Museo del Gobierno de España, un edificio con los símbolos del emperador Carlos V: el águila bicéfala y el escudo del Plus Ultra. Está cerrada, pues solos e abre de 13 a 17 horas de miércoles a domingos. Una amable señora me abre la puerta y me entrega un folleto en holandés y en inglés.
La última para de la jornada, antes de regresar a Eindhoven, es el Museo Bonnefanten, un interesantísimo centro cultural que alberga una magnífica colección de antigua pintura flamenca del sur de Holanda, así como una apreciable colección de arte contemporáneo. Es tal su interés que recibe cientos de miles de visitas anualmente. www.bonnefanten.nl
Y a mediodía a Eindhoven. Son las 14,45 horas y llegaré en 10 minutos.
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