Este hombre inquieto tenía ganas de
conocer la Fundación “Manuel Alcántara”, dedicada a ese periodista nonagenario
que acaba de fallecer hace unas semanas y que era muy querido en su ciudad de
Málaga. Me enseñó la casa una trabajadora de la fundación: Natalia; se trata de
una casa típica malagueña, situada en el Paseo Marítimo, desde cuyas ventanas
se ve el mar y el maestro pasaba varias tardes en ese saloncito desde el que se
aprecia el azul Mediterráneo.
A Manuel Alcántara me lo presentó,
cuando estudiaba Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información, en la
primera promoción de periodistas universitarios de España, mi profesor y ahora
amigo, Enrique de Aguinaga, también cronista oficial de la Villa de Madrid. Fue
un encuentro muy agradable, un servidor, sentado en primera fila y escuchando
al maestro Alcántara en la clase práctica de periodismo Me llamó la atención cuando
lo presentó como excelente poeta y buen crítico de boxeo. Fue el que puso el
sobrenombre “El Puma de Baracoa” a José Legrá, como era conocido este cubano
nacionalizado español.
Visité la Fundación, situada en una
casa antigua, ya modernizada y en cuyo interior hay numerosas fotografías del periodista
con varias personalidades de su época y otras modernas. Allí encuentro una foto
con amigos y conocidos, Una de las últimas, con Agustín Rivera, un periodista
malagueño al que conocí en Ronda; o con Camilo José Cela, al que le hice un par
de entrevista durante mi etapa de doce años en Mallorca, cuando me dijo que “no me gusta ser mujer porque me da vergüenza
que se me noten la tetas”, o al cineasta José Luis Garci, con el que cené una
noche en mis dos años que dirigí el tema de comunicación de los Cursos de Verano
de la Universidad Complutense de Madrid en la ciudad malagueña de Ronda, y al
que dedica un poema en un libro conjunto
que Natalia me regaló “Voces/Tintas”, editado por la Fundación, y en el que también
aparece un poema del divino Jorge Luis Borges, “De la diversa Andalucía”, y con el que pasé una mañana completa,
desde su desayuno en el hotel Victoria, de Mallorca y cuatro horas más en la
Cartuja de Valldemosa, cuando ya andaba cieguito el hombre.
Además, la Casa de los Chumbos, que
así se llama el lugar, dispone de un par de salones, uno como si fuera una sala
de juntas, donde hay una amplia biblioteca de libros de periodismo, de poemas y
de carácter general, además de una colección de búhos, de diversas materias y
formas, a los que era muy aficionado el maestro. Otra colección de cuadros a
base de artículos de prensa que le dedicaban como formador de formadores… de la
prensa española.
La otra salita era donde tomaba café
y allí mismo, la medalla de Hijo Predilecto de Andalucía y su máquina de
escribir. Volveré, con más detenimiento, a captar y a asir el ambiente de este entrañable
lugar del periodismo malagueño, donde Manuel Alcántara disfrutaba de su Málaga
querida.
Fue José Luis Garci una de las últimas
personas en verle con vida. El maestro le dijo: “José Luis ya falta poco, pero aún tengo fuerzas para seguir escribiendo
mi artículo diario”. Al día siguiente de su fallecimiento, la columna de “Manuel
Alcántara, en el diario Sur de Málaga estaba vacía; sólo su título y su foto,
el resto en blanco. ¡Excelente homenaje del periódico!
TIEMPO
A José Luis Garci
Yo no sé qué voy a hacer
cuando se me vaya el tiempo
y no pueda irme con él.
Tengo los días contados
y él ha perdido la cuenta
del futuro y del pasado.
El tiempo siempre es presente
y pasa mientras se queda,
Por eso nunca se entiende.
Jamás es pronto o después.
Por más que pasen los años
no pasa el tiempo por él.
Ni lo pierdas ni lo ganes,
el tiempo sabe que tiene
todo el tiempo por delante.
No sé qué va a ser de mí
el día que yo me vaya
y él no se quiera venir.
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